Pero por más narintón y antígenos que pongamos, la recomendación sigue siendo quedarse en casa. Entrando en el segundo semestre, ya es hora de ir discutiendo en qué nos hemos convertido, y cómo seguir. “Híbrido”, que hasta hace poco remitía a semillas cruzadas o autos a nafta o electricidad, hoy define interacciones a caballo entre el espacio físico y el digital. La RAE habilita: “producto de elementos de distinta naturaleza”.
La enseñanza híbrida se definía en 2017 como “una modalidad que trae lo mejor de ambos mundos: el online y el offline”. 2020 trajo la educación híbrida a los cachetazos, y ya se está probando en algunos países: alternar presencia en las aulas -en grupos reducidos y horarios breves y alternados- con clases remotas.
En entornos laborales también suena fuerte. El mismo Sundar Pichai, quizás el CEO más importante del mundo -de Alphabet, Google- dijo este jueves a Time: “Necesitamos crear más flexibilidad y más modelos híbridos”. El 62 por ciento del personal está de acuerdo. La gente de recursos humanos dice que la nueva normalidad es híbrida. Miles de organizaciones se están mudando a oficinas más chicas, previendo que solo una fracción del personal volverá a ocuparlas, y no tiempo completo. (Es interesante que hasta hace poco, “trabajo híbrido” remitía a la versatilidad de quienes trabajan, no de los espacios de desempeño).
En 2013, Marissa Mayer, flamante CEO de Yahoo!, se puso en contra al personal con un memo polémico. “La comunicación y la colaboración son importantes. Por eso es crítico que estemos todos presentes en nuestras oficinas. Tenemos que ser un Yahoo!, y eso empieza estando juntos físicamente”, decía. Así les fue.
Mucha saliva ha corrido bajo el puente, y hoy hay hasta sesiones legislativas híbridas. Aunque el jueves, cuando se trató el Acuerdo de Escazú, la militancia ambientalista llenó las gradas de la Cámara de Diputados hasta donde las medidas de prevención lo permitieron. En persona.