“Yo trabajo con el espacio local porque es lo que tengo en la mano y con eso tengo que hacer algo. Ese es mi compromiso. Mi compromiso está con el aquí y ahora, pero con la idea de que eso pueda llegar a ser universalizable. Yo creo que esto también me viene de la docencia, el compromiso son el aquí y ahora. Con el propio territorio, con la propia gente. Lo último que he venido escribiendo tiene que partir de algo concreto, de algo localizable, a partir de lo cual sí se irá al mundo. Lo local, para mí, no es una opción estética sino que es lo inevitable. Y esto es lo que me gusta de lo pongiano: la cosa cotidiana, donde está el germen de lo fantástico, lo maravilloso. Perec también, porque no es la mirada turística del lugar en el que está, sino que ve pasar los colectivos, los frentes de la calles. Lo infraordinario”, dice el poeta Mario Ortiz en Eterna Cadencia, entrevistado por Valeria Tentoni. “Es lo real. Lo real es lo real. Que por esa esquina yo paso siempre para ir al centro, y que apareció un primer televisor destripado y otro televisor, sin cables, después. ¿Cómo te podés resistir a esa tentación? A partir de los elementos que te brinda la propia realidad, vos podés empezar a hacer una construcción imaginaria. ¿La tierra hace brotar televisores? No, no somos esquizofrénicos. Pero, en cierto sentido, hay la posibilidad de un mundo, un mundo textual, en el que eso es posible. Ese mundo textual es una cosa entre las cosas. Porque es un libro que ocupa un lugar, es un espacio textual que ocupa lugar en la cabeza también. Y entonces eso nos lleva a pensar, a habitar, a generar imágenes sobre esa esquina llena de yuyos. De ahí viene la idea de surrealismo chatarrero. La imagen surrealista surge a partir del desperdicio, de lo inservible. Y genera un nuevo orden de cosas. La realidad supera la ficción, la imaginación, pero a su vez la imaginación se nutre de lo real. Y lo real no puede ser pensado sin imaginación. Lo real puro, crudo, duro, es inimaginable.”