“Mirá si hubiera hecho malismo”, se dijo en respuesta al “buenismo” de Macri.
“¿Por qué es rentable en España en 2021 sacar de la caverna a los neandertales?”, preguntaba Javier Giner el sábado 28. Lordo respondía: “Por el auge del malismo, esto es, creer que comportarse como un cretino es una opción política. El malismo es el reverso tenebroso de lo que se suele llamar buenismo, en realidad una parodia de lo que es mera decencia. Todo bajo la idea de que la solidaridad es una estupidez”. Acotaba Marco Antonio Cuiñas: “El malismo, apología de la ignorancia, ser trendy ir contracorriente (por muy inverosímil q sea la postura), dudar de todo y poner siempre en entre dicho un consenso probado para ‘demostrar’ que tú no estás aborregado.”
Fundeú recoge el término como “tendencia a creer en la maldad inherente del hombre y en la fuerza y la violencia como vía más eficaz para resolver conflictos”.
En 2015, Rosa Montero decía en El País: “Detesto el buenismo, si por ello entendemos la suplantación de la realidad por un discurso huero y pomposo. Pero aún me espanta más la ignorancia primitiva, violenta y tribal con que reaccionamos frente al diferente.(…) convertirnos en matones de nuestra cultura, golpearnos el pecho como gorilas, sentirnos estúpidamente superiores e ir alimentando con tópicos descerebrados y belicosos la inmensa hoguera de furor que arde en el mundo. También hay un malismo y es esto, esta fiebre sectaria e irracional, estas ansias de exclusión y enfrentamiento. Así se han debido de montar todas las catástrofes bélicas de la historia: cultivando el malismo y aporreando con pueril entusiasmo los tambores de guerra.”
Dijo Javier Milei el viernes 27: “Sabés qué Larreta, como el zurdo berreta que sos, a un liberal no podés ni lustrarle los zapatos. Te aplasto hasta en silla de ruedas, sorete.”
Tuiteó Genaro Press el sábado 28: “Cada vez que veo a Baby Etchecopar me acuerdo de un gran reportaje que María O’Donnell le hizo a Martín Kohan, que lo comparó con el porno porque está todo a la vista.”