“El problema de la desigualdad, para Rousseau, es que uno tenga tanto que pueda comprar a otro, y que el otro tenga tan poco que tenga que venderse al poder. Acá están expresadas las condiciones de posibilidad de la dominación y servidumbre”, definió Manuel Basombrío el jueves, durante su participación en el panel “Economía laboral e instituciones”. “Es el problema que quiero captar en el servicio doméstico. El problema de la desigualdad es que haya dominación y servidumbre: que no haya simetría entre los ciudadanos, y así se ponga en peligro la calidad de la democracia. ¿A partir de qué diferencia de ingreso cobra entidad la dominación y servidumbre? Cuando uno tiene menos de lo suficiente está en condiciones de venderse al poderoso y es probable que esto tenga lugar. (…) Vamos a distinguir dominación y servidumbre de la explotación marxista, es decir que alguien, el capitalista, gana plata con el trabajo de su salario, el problema de la plusvalía. Ahora, en la narración capitalista no hay dominación y servidumbre, en el sentido de que el patrón no hace lo que quiere con su empleado, porque está restringido por las reglas de la eficiencia y de la maximización del beneficio capitalista en una cadena de montaje: no manda a la mitad de la tarde a un empleado a buscar a sus hijos a la escuela. Si hace eso no está obrando more capitalista. En cambio, en la dominación y servidumbre el empleado está a merced de los deseos y de los intereses del patrón, que le permite un tiempo libre; hay una asimetría grande. (…) Es una situación injusta, no todos los trabajadores estamos sometidos a esa arbitrariedad. La calidad del empleo doméstico depende de la calidad del empleador. Hay muchas buenas relaciones pero no es el punto; no estamos hablando de calidad y talante del patrón, estamos hablando de justicia, de derechos laborales”.
“Quien no dispone de dos tercios del día para sí mismo es un esclavo”, decía Nietzsche, hombre, blanco, rico.