“Lo vi anoche y lo guardé porque necesitaba poesía”, me dijo Roxana Salpeter el jueves. Y me regaló este tuit de Takahiro Nakamae, embajador de Japón en Argentina, que me llevó a la página de Japan House São Paulo. “’Mottainai‘ (もったいない) puede considerarse una práctica cultural e incluso un principio de vida. Este término, formado por el vocablo budista ‘mottai‘, que se refiere a la esencia de las cosas, y la partícula “nai“, que indica negación en el idioma japonés, se utiliza para transmitir la idea de que el desperdicio y/o el mal uso de objetos y recursos, como los alimentos y el agua, no es bien visto. Esta expresión también se emplea cuando algo todavía se puede aprovechar de alguna manera. ‘Mottainai’ puede significar solo una exclamación “¡Qué desperdicio!”, o sonar como una orientación “No lo desperdicies, todavía se puede utilizar”.
Qué revancha contra Marie Kondo y su individualismo de tirar “todo lo que no te dé felicidad”. ¿Tirar adónde? Ni una vez dice la gurú del orden qué se supone que tenga que pasar con las bolsas de cosas que sacás de tu casa. ¿Se convierten en contaminación, aun cuando alguien las necesite y pueda aprovechar? ¿Cómo no te vas a hacer cargo de tu huella de consumo? Pienso en la Residuoteca de Guadalupe Boado, que desde hace quince años acumula sus residuos para mostrarlos, porque no hay “otro lugar” donde tirarlos.
Sigue la definición de mottainai: “Su concepto va más allá de los desperdicios materiales: puede observarse en la relación entre las personas, con la naturaleza e igualmente con los sentimientos. En este sentido, ‘mottainai‘ consiste en demostrar respeto, valoración y aprecio por todo y por todos quienes nos rodean.”
Me hace acordar a otro concepto japonés, kintsugi, la teoría y práctica de la reparación como arte y embellecimiento.
Valoración y aprecio, y el coraje que hace falta para enfocarse en la reparabilidad en vez de tirar todo por la borda (porque este barco no tiene borda). Cuestión de ver la belleza de la cicatriz.