En su newsletter Off The Record del martes, Iván Schargrodsky narra una viñeta política sobre Juan Manzur y cierra: “Inimaginable luego de que el Menemcito, como le gusta que lo llamen, dictara el final del kirchnerismo”. Traza un extenso perfil del nuevo Jefe de Gabinete y sus relaciones con poderes económicos y religiosos.
“Turno de Manzur, El Menemcito”, titula el mismo día Jorge Asís, el creador del apodo, que lo viene instalando por lo menos desde marzo de 2018. En la columna dice:
“Manzur representa el mal llamado ‘interior’. La energía disipada de los gobernadores hastiados del falso federalismo. (…)
Aparte del conocimiento de las gobernaciones, Manzur arrastra experiencia en mini gobernaciones. Por el dilatado periplo en la mini gobernación de La Matanza. Tiempos de un Alberto distinto. Balestrini.
Como aquel Menem original, El Menemcito deja buenos amigos en todas partes. Junto a enemigos repentinos para considerar. Contiene el apoyo simultáneo de mini gobernadores y de gobernadores.
Contiene una agenda propia en el plano internacional. Contactos que distan de conducir a la Argentina hacia Venezuela.
Pasa exactamente lo contrario. Vínculos extraños con poderosos distantes que arbitran la superstición del capitalismo.
Hijo de libaneses, es el cristiano maronita argentino que tiene más amigos de religión judía. Aquí importa la magnitud de las amistades. Altísimas finanzas.
El amigo que se le atribuye comúnmente es Hugo Sigman, El Vacunador. Comparado con otros contactos, Sigman representa a la clase media baja.
Sobran los testigos de las celebraciones especiales. Frecuentadas por rabinos que tal vez no dominan el idioma español. Pero devoran las empanadas tucumanas kosher. Beben con alegría el vino y el champagne kosher. (…)
Y la moneda de Manzur, El Menemcito, está en el aire.”
Dos de los menememes que andan circulando: uno de referencia interdiscursiva de 18 años y uno icónico.