Trato de traducir siempre por principios, pero hay cosas que son intraducibles. “Crisis energética de China” no suena igual que “China energy crunch”. No.
Crunch es literalmente crujido, pero también crisis, y contracción, y escasez. En este caso, todas las anteriores.
Al parecer, tras la crisis de la burbuja inmobiliaria de Evergrande (N55P07) viene la crisis energética de China. Un detallito.
“China se enfrenta a una creciente presión para importar más carbón que garantice que las luces seguirán encendidas, las fábricas abiertas y el agua fluyendo, en momentos en que una grave escasez (crunch) de energía golpea el corazón industrial del noreste. La escasez provocada por una falta de carbón, que ha mermado gran parte de la actividad del sector, empujó al gobernador de la provincia de Jilin, una de las más afectadas de la segunda economía del mundo, a pedir más importaciones de carbón. Una asociación de empresas eléctricas dijo que el suministro se estaba ampliando ‘a cualquier precio’. Los medios publicaron informes y mensajes en los que se decía que la falta de energía en el noreste había apagado semáforos, ascensores y la cobertura de la telefonía móvil 3G, además de provocar el cierre de fábricas”, dijo David Stanway en Reuters (traducido en EuroNews). Preocupa que todavía no llegó el invierno. Y esta crisis de la energía, con precios altísimos y demanda no cubierta, se está extendiendo a Europa, ya que la disposición de China a pagar cualquier precio sube las tarifas globales del gas.
Los motivos son múltiples: la reactivación industrial pospandemia, el regreso a las oficinas, problemas técnicos, falta de inversión, y hasta el cambio climático, que sobreexige tanto la calefacción como los centros de enfriamiento (N43P05). Además, Rusia está restringiendo su venta de gas a Europa; hay quienes dicen que es para presionar por la aprobación del gasoducto Nord Stream 2 (N29P08). Hay un efecto dominó; el mundo cruje. Acá sabemos de crisis energética.