¿Y el resto? Decenas de miles de personas están reportando síntomas variados de COVID -fatiga profunda, falta de aire, dolores musculares, taquicardia, náuseas, pérdida de memoria, confusión mental- que permanecen largos meses después del momento de la infección, con ocasionales períodos de mayor gravedad. Se autodenominan “long haulers” (“las de largo plazo” o “las de larga distancia”), o también “long COVID”, COVID largo. Además de sus síntomas, sufren la falta de atención del sistema médico, que se concentra en los casos más graves y da poca o nula atención a quienes no parecen estar por morirse inminentemente. En muchos casos, directamente ni les creen. Temen no poder volver a sus vidas anteriores jamás. Se acompañan y comparten información a través de grupos de Facebook y Slack; Long COVID Supporters tiene 27 mil participantes; Body Politic, 14 mil. Sus historias pueden leerse en los sitios británicos LongCovid o en LongCOVIDSOS, donde impulsan una campaña con tres reclamos: reconocimiento, investigación, rehabilitación.
Finalmente, la ciencia está llegando al COVID largo, que Nature describió como una “miseria duradera”. El jueves, el National Institute for Health Research del Reino Unido publicó un informe con lo que se sabe hasta el momento. “Creemos que el Covid de largo plazo está siendo usado para englobar más de un síndrome, posiblemente hasta cuatro, y que la falta de distinción puede explicar los retos que la gente está teniendo en que les crean y tengan acceso a servicios (médicos)”, explicó la Dra. Elaine Maxwell. Y detalló: síndrome post terapia intensiva; síndrome de fatiga postviral; síndrome de daño permanente de órganos y (atención) “síndrome de síntomas fluctuantes que se mueven por el cuerpo”, que podría mostrar un sistema inmunológico dañado. “Ser una persona COVID de largo plazo significa estar desplazada”, dice Melanie Montano, administradora de un grupo de autoayuda en Slack. “No estamos muertas pero no estamos viviendo”.