“How do you e-laugh?”, preguntaba en un tuit The New Yorker. ¿Cómo te reís por escrito (en dispositivos electrónicos)? Remitía a un artículo de Sarah Larson de 2015: “HAHAHA vs. HEHEHE”. Parece una pavada pero ese texto tocó algún nervio, porque los equipos de investigación de Facebook -que saben bastante acerca de cosas que nos pasan por abajo del radar- tomaron el tema. Un par de meses después tenían un mapa completo de la risa electrónica en Estados Unidos, comparando la distribución geográfica, etaria y de género entre haha (51,4%), hehe (13,1%), lol (1,9%) y emojis varios (33,7%). Hablaban también de la cantidad de letras, y de cómo el uso de letras desordenadas (“HAHAHAHhahajakakjahaahkajkjjsdhfkajdsfk”) podía leerse como una suerte de signo de risa física que impide tipear con coherencia. Porque qué difícil trasladar, traducir, la risa real, física. Gerry Garbulsky dice que la risa es una de las pocas cosas que no se puede procrastinar: cuando llega, llega. Escribía Diego Gualda hace una punta de años en la revista Lamujerdemivida: “Reír es la cosa más terrible del mundo. Sobre todo para los maniáticos que pretenden tenerlo todo bajo control. ¿Por qué? Porque la risa es –justa e injustamente– incontrolable. La risa espasmódica y descontracturada es una cosa horrenda, porque obliga al amargado a recordar y recordarse que, aunque sea en pequeñas dosis, puede ser feliz. Y eso desbarata estructuras. Hace que se sienta perdido. Que sienta que ya no tiene el universo bajo su pulgar.” ¿Cómo te reís con el pulgar, en tiempo real?