El martes amanecimos todes hablando de hidrógeno verde. Estaba en todos los noticieros y los newsletters. Así lo cuenta Elisabeth Möhle en Cenital: “El lunes pasado, también en el marco de la COP, autoridades de la empresa australiana Fortescue anunciaron una millonaria inversión para producir hidrógeno verde en Argentina. Según declaraciones de la empresa, ya iniciaron trabajos de prospección en Río Negro y en el proyecto demandará una inversión de U$S 8.400 millones y creará 15.000 puestos directos de trabajo y entre 40.000 y 50.000 indirectos de aquí a 2028. De esta manera, se espera convertir a Río Negro en un polo mundial exportador de hidrógeno verde en 2030. Para 2040 se prevé contar con una capacidad de producción de 2,2 millones de toneladas anuales, lo que cubriría una producción energética equivalente a, por ejemplo, la necesaria para cubrir el consumo de 1.600.ooo hogares o casi un 10% de la energía eléctrica consumida por Alemania en un año.” Es la mayor inversión extranjera en dos décadas.
La empresa Fortescue es de Andrew Forrest, un multimillonario australiano que quiere ser líder mundial de la producción de hidrógeno verde, uno de los combustibles considerados “limpios” en términos ambientales (en relación a los combustibles fósiles). Aquí explica por qué le interesa este negocio. Su contacto y socio en Argentina es el ex rugbier y actual empresario Agustín Pichot, a quien conoció a través del deporte; lo cuenta Pablo Ibáñez en esta nota.
Se lo llama hidrógeno verde porque se genera con energías limpias, pero en el fondo es hidrógeno nomás. El hidrógeno no es una fuente de energía, sino un vector. Es el elemento químico más abundante en la naturaleza; el tema es separarlo de otros. “El hidrógeno verde se obtiene por electrólisis a partir de fuentes renovables. Este proceso consiste en la descomposición de las moléculas de agua (H2O) en oxígeno (O2) e hidrógeno (H2)”, se explica en Chequeado. Para eso, la idea es usar agua de mar y energía eólica, dos recursos disponibles en la costa de Río Negro. Hasta ahora, el 96% del hidrógeno que se produce usa energía proveniente de combustibles fósiles.