Esta me cabeceaba hace un par de semanas, y el jueves Pablo Fisher la postuló a palabra del año. Tiene con qué.
El molnupiravil es el primer remedio comprobado contra el COVID. Es un retroviral que se administra en píldoras y mostró que puede reducir a la mitad los casos graves de COVID-19 y las hospitalizaciones. Y, por último pero no menos importante: su nombre está inspirado en el martillo de Thor, Mjölnir.
Fue desarrollado por la Compañía de Innovación Farmacológica de la Universidad de Emory (DRIVE), y después comprado por Ridgeback Biotherapeutics, que más tarde se asoció con Merck. El jueves, la Agencia Reguladora de Medicamentos de Reino Unido (MHRA) aprobó su uso para personas “con sintomatología leve a moderada y con al menos un factor de riesgo asociado a mayor gravedad del síndrome, como la obesidad, edad avanzada, diabetes y padecimiento coronario”. También la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) aprobó su uso “de emergencia”.
El molnupiravil ataca la enzima que utiliza el virus para replicarse. Esto debería hacer el tratamiento igual de efectivo ante las diferentes variantes del virus. “Como bien saben, es probable que veamos una evolución continua de esas variantes”, dijo en una entrevista Dean Li, jefe de investigación y desarrollo de Merck. “Nuestra predicción es que el molnupiravir lleva el nombre adecuado -el nombre del martillo de Thor [Mj[olnir], este es un martillo contra el SARS-CoV-2 independientemente de la variante”.
No se termina acá: el 28 de octubre se supo que Merck le está abriendo la licencia del molnupiravil a Medicines Patent Pool, una ONG con respaldo de la ONU que trabaja por democratizar el acceso a las patentes médicas. Con esta movida, miles de laboratorios de todo el mundo podrán fabricar la píldora simultáneamente.
Y hay más: para no quedarse atrás, Pfizer presentó el viernes ante la Food & Drug Administration de Estados Unidos otra píldora antiviral, que también impide que el virus se reconozca. Se llama paxlovid; según la compañía, reduce las hospitalizaciones y muertes por COVID-19 en un 89 por ciento. Si bien solo llegaron a la fase 2 de los ensayos clínicos, los resultados serían tan contundentes que ya pidieron autorización para fabricar el fármaco.
¿Será que de verdad la pandemia empieza a irse en fade?