Viajar es lo que más me gusta en la vida. A cualquier lado, cerca o lejos (gula geográfica). Pero puesta a soñar, sueño en grande: lo más lejos y desconocido posible.
En estos ya dos años cumplidos de pandemia (N18P01) me moví poco. Un domingo de invierno recibí un correo de Luciana Serrano.
“Hola Marcela. Te leo desde bastante lejos: Nur-Sultan, Kazajistán. Te cuento, porque sospecho que te puede interesar, que esta ciudad fue rebautizada hace solo dos años con el nombre del último presidente (que sigue vivo, por cierto). En medio de una estepa desértica cuyas temperaturas mínimas en invierno alcanzan los cuarenta grados bajo cero, el último presidente se propuso construir “el nuevo Kazajistan” invirtiendo billones de dólares provenientes de la explotación de minerales en la construcción y desarrollo de enormes edificios de vidrio y hierro. La ciudad es como una maqueta del futuro imaginado por un megalómano que se encuentra apretado geopolíticamente entre Rusia y China (bastante incómodo, digamos). Torres de más de cuarenta pisos, avenidas-autopistas, autos de altísima gama, veredas casi inexistentes, mega shoppings por doquier. Construyen sin parar, pero la mayoría de los edificios están vacíos. Son departamentos y oficinas esperando a “los nuevos kazajos” que vendrán, y será en no tanto que se llenen ya que tienen una tasa de natalidad que quintuplica la de España (hay incentivos gubernamentales para procrear y poblar el país). Una de las grandes banderas de Kazajistán es el desarrollo sustentable. Crearon un museo en forma de bola gigante de vidrio dedicado a las tecnologías del futuro, donde distintas empresas (estatales y privadas) muestran sus desarrollos y prometen un mundo mejor, con granjas verticales en Torres urbanas, energías renovables en cualquier casa, sistemas magnéticos que administran la circulación de paquetes, y todo tipo de tecnologías interactivas que facilitarán nuestras vidas futuras. Los guías del museo son unos robots con inteligencia artificial que hablan muchos idiomas y responden preguntas del museo y de la vida; frente a la consulta por sus creadores me respondieron ‘son muy inteligentes y me programaron para decirlo a quien pregunte’. Muy extraño y distópico todo”.