O Tsijanóuskaya. O Tsihanouskaya, como ella lo escribe. O simplemente Svetlana (o Sviatlana). Svetlana Gueórguievna Tijanóvskaya está en la parrilla de diezpalabras desde el número cero; es que desde agosto sale en las noticias todas las semanas. Esta profesora de inglés con cara de actriz -38 años, dos hijes- fue candidata a presidenta y se autodenomina “líder de la Bielorrusia democrática”.
Bielorrusia es el único país del mundo en el que todavía existe la KGB. Desde 1994 el presidente es Aleksandr Lukashenko; este año buscó su sexta reelección. En una manifestación contra el gobierno, la policía encarceló a quince activistas, entre ellos a Serguéi Tijanovski, quien había anunciado por su canal de YouTube que se postularía a presidente. Su esposa dio un paso al frente y asumió la candidatura.
Svetlana tuvo que armar un partido y ganar las elecciones. Hubo colas de miles para firmar en su apoyo; la oposición se encolumnó detrás de ella. Lukashenko dijo que la sociedad bielorrusa no estaba lo “suficientemente madura para votar por una mujer” y que se necesitaba un “poder fuerte”. También acusó a Rusia, Polonia y Estados Unidos de interferir.
El 9 de agosto se votó; los resultados oficiales dicen que Lukashenko ganó con el 84,17 por ciento. Millones salieron a las calles a protestar, y siguen ahí. Van 98 días y 25.800 personas presas, según un informe del gobierno que se filtró a la prensa. Muchas desaparecieron de un día para el otro.
Tijanóvskaya se declaró ganadora y apoyó una protesta a largo plazo. Dos días después, desapareció; reapareció diez horas más tarde en Lituania, adonde la había escoltado la KGB. El Parlamento Europeo reconoce al Consejo de Coordinación de Tijanóvskaya como “representación provisional del pueblo de Bielorrusia”. Lukashenko sigue encarcelando a sus miembros. Hoy, como todos los sábados, hay decenas de miles protestando en las calles de Minsk; llevan velas, en recuerdo de Raman Bandarenka, asesinado a golpes por la policía el jueves.