“No conversan, cada uno espera su turno para escucharse hablar. Cada vez más eso. En las reuniones de gente, en los libros”, tuiteó Santiago Craig el jueves.
Algo así decía Juan Di Loreto ayer, en revista Panamá. “Somos una percepción estallada, agotada pero hiperactivada. Todo eso hace que sea difícil escuchar. Porque escuchar no existe más. La escucha necesita un foco, una atención que no podemos ejercer. No es que la gente no escucha, sino que la sociedad dejó de construir socialmente ese lugar, ese oído. Ahora lo que se fabrican son enlaces de sentido, simultaneidades, multiplicidades, un picadito de significantes. Escuchar es enlazar: ver, capturar, hablar, es todo eso pero junto. Escuchar ya no es un acto único, es un acto que acontece para desplazarse, para acompañar o ser acompañado por otro acto. ¿Cuántos estamos en un bar con un amigo y con el teléfono al mismo tiempo por ejemplo? No es algo del orden del comportamiento, sino del modo de ser que se expresa en cómo actuamos. Es como decían Deleuze y Guattari: ‘Como cada uno de nosotros era varios, en total ya éramos muchos’. Si antes nos creíamos músicas que íbamos en otros, como decía Osvaldo Soriano, ahora somos mil notas dispersas que se confunden y se pierden en el aire, como cualquier otra cosa.”