Preguntaba la periodista Cecilia González el año pasado, “¿maradoniano o maradoneano?”. Entre las respuestas, funcionó como prueba concluyente una foto de un libro escrito por el mismo Diego y dedicado “a todos los maradonianos”. Prueba de que la palabra ya circulaba hace rato; desde los noventas, en sus dos versiones. La famosa Iglesia Maradoniana data de 1998.
Por supuesto que la RAE no la toma en cuenta, aunque, como marcaba Alejandro Lorenzetti en Facebook, tiene 146.000 resultados en Google (bueno, eso el miércoles, hoy ya tiene 194.000), contra 15.500 de “berlanguiano”, que acaba de ser consagrada por sus reales académiques.
¿A qué le decimos maradoniano? ¿Es estrictamente un adjetivo relativo al fútbol? Googleando se verifica que el uso más frecuente es junto al sustantivo “gol”.
Según el Diccionario Libre: “Relativo a Diego Maradona. En la jerga futbolera, maradoniana es aquella jugada que se destaca por sobre la media y se aproxima a la genialidad”. “Relativo a Maradona”, bueno, sí claro. Aparecieron en estos días las cartografías maradonianas, mojones del territorio marcados por el amor popular que pronto serán carne de tour: Fiorito, la Paternal, la Bombonera, Segurola y Habana (“el mapa de Dios”, dijo Martín Rodríguez). Pero me pregunto si el adjetivo irá más allá. Por ejemplo, escuché en la radio que el velorio había sido un acto maradoniano. Infiero: desbordado, impredecible, emocional, efusivo; eufórico y tristísimo a la vez; iluminado; peligroso; más argentino que tragedia anunciada.