“Juanito, en el que Berni proyectó una infancia con privaciones, pero sobre todo las fisuras del desarrollismo, y Diego, son ídolos de barro (…). Salieron de la vida más dura que pudiera vivirse en las orillas de Buenos Aires y se consagraron en el arte y el deporte como hitos de la cultura popular que el mundo reconoce como algo único, irrepetible. Más aún, acaso la vida de Diego, dentro y fuera de la cancha, haya sido una extensión de la saga de Berni que quedó trunca con su inesperada muerte en octubre de 1981 cuando el futbolista ya era ‘El 10’ de Boca Juniors (…).
Juanito fue maradoniano sin que Berni lo supiera y Maradona fue Berniano aunque quizás no hubiera visto una sola obra del irreverente maestro rosarino (…).
Juanito y Maradona son contemporáneos, vienen del fondo social argentino (que parece no tener fondo) y trascendieron el arte y el fútbol. Se volvieron mitologemas a los que se los usa para explicar cosas. Sí, este es también el país de Juanito Laguna y de Diego Armando Maradona. El de un personaje de la ficción y otro real que el universo decidió hacer nacer casi al mismo tiempo y casi en el mismo lugar. A los dos les han escrito y cantado poetas y trovadores: Armando Tejada Gómez, Mercedes Sosas y César Isella hicieron canciones para Juanito; Andrés Calamaro, Rodrigo, Manu Chao, Paco Amoroso y Los Piojos para Diego. ¿Qué otro personaje de la pintura argentina tiene canciones populares escritas y grabadas en su nombre? ¿Cuántos otros jugadores de fútbol fueron a parar a un estribillo? Son únicos. Juanito sobrevive a Maradona porque está hecho de una materia que trasciende el tiempo, pero la muerte no acaba con el mito (lo sabemos por Gardel, nosotros). Es muy posible que, con el tiempo, el arte argentino lo tematice así como lo hicieron los Mondongo (tan bernianos como maradonianos), en 2005, con un retrato de hilos de oro que captaba su sonrisa única en México 86, y Roberto Jacoby, emplazando una réplica del pie izquierdo del David de Miguel Angel en la entrada de Villa Fiorito, en su homenaje.” Fernando García, en La Nación.