“Me agotó ese feministómetro que pretende cancelar a quien no se ajusta a su espejo impoluto”, dijo el miércoles a la noche la periodista Mariana Carbajal desde su cuenta de Instagram, cansada de que le recordaran que Maradona tenía denuncias por violencia de género. “Ese feministómetro inquisidor que no puede aceptar que se despide a un ídolo popular, que reivindicó su origen villero, que se plantó frente a los poderosos, que se puso del lado de lxs débiles, que dio alegrías adentro de la cancha, que jugó el mejor fútbol, ese feministómetro no me representa.” También la actriz Thelma Fardín fue criticada por homenajear a Maradona, y respondió “Gente, el feminismo es liberación, no rendirle cuenta a ustedes”. “A Diego gracias, al feministómetro, ni justicia”, tituló Paula Giménez en Filo.news, y cerró su nota diciendo “Diego era varón y como varón un hijo sano del patriarcado”. “No nos saquen la vara del feministómetro o el socialistómetro para medirnos la coherencia a ver quién la tiene más larga”, dijo Adriana Esposto desde el facebook de Revista Sudestada.
No es nuevo el feministómetro -ni el andar midiendo el nivel de feminismo en sangre ajena, ni la palabra que lo nombra-: circula desde el milenio pasado. En Hacia una presencia diferente (1992), publicación del Instituto de la Mujer de Paraguay, se lo define como “neologismo creado para mostrar la imposibilidad de trazar una linea divisoria entre el movimiento feminista y el movimiento de mujeres, donde las mujeres están absorbiendo la práctica feminista”. Según cuenta Francesca Gargallo en la Antología del Pensamiento Feminista Nuestroamericano, ya se hablaba de feministómetro en el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, en Bogotá, en 1981, cuando Maradona todavía no había jugado su primer mundial.