8. Stickers

Hablando de narrativas. Ayer, en el taller de periodismo cultural a cargo de Jorge Carrión que organizó la Fundación Gabo en la Feria del Libro, debátíamos sobre los soportes; de cuáles son más actuales, más ágiles, más virales. Se habló de memes como un formato al que ya le está bajando la espuma. “Para mí, lo viral hoy está en los stickers”, dijo Carrión. “Y es una viralidad secreta, porque no deja huellas, no puede ser rastreada”.
Una de las participantes contó entonces que el año pasado comenzó una reseña sobre un programa de televisión hablando de los (viralísimos) stickers de su conductor. Otra recordó que a partir de una nota suya, un ilustrador del diario en el que trabaja convirtió su dibujo en stickers y esas imágenes después se trasladaron a remeras. Nadie aclaró “stickers de Whatsapp”: no hacía falta.
Es rara la metáfora de los stickers, porque las calcomanías justamente no se comparten. Son algo que se pega, se queda pegado. En digital.
¿Cuándo fue que los stickers se masivizaron? Me juego a que durante los primeros meses de pandemia, cuando la vida terminó de volcarse a las pantallas móviles.  No hablo de las primeras imágenes, sino de ese momento bisagra en que aprendimos que podíamos hacer stickers con cualquier imagen. ¿O fue cuando finalmente los adoptó Whatsapp? Durante años fueron una contraseña de Telegram.
Encuentro una noticia de julio de 2020: “WhatsApp incorpora los stickers animados”. Claro, esa es la otra dimensión: ahora son animados, o sea que corren en el tiempo. Me acordé de un tuit de la semana pasada: “Que largas son las animaciones de algunos stickers de WhatsApp recien me mandaron un corto del bafici”. Y una respuesta: “Hacer cortos en stickers de WhatsApp? Ojo ahí, eh”.
Ojo ahí, precisamente.