“Los precios del trigo, que han subido un 53% desde principios de año, se dispararon un 6% más el 16 de mayo, después de que la India dijera que iba a suspender las exportaciones a causa de una alarmante ola de calor”, dice el mismo artículo de The Economist. Y sí: el proteccionismo de la India, el segundo productor de trigo del mundo, hizo saltar el precio al nivel más alto desde 2008. Por algo la imagen de tapa de la revista muestra tres espigas con calaveras en lugar de granos.
“Rusia y Ucrania suministran el 28% del trigo comercializado a nivel mundial”, detalla The Economist. “Incluso antes de la invasión, el Programa Mundial de Alimentos había advertido que 2022 sería un año terrible. China, el mayor productor de trigo, ha dicho que, después de que las lluvias retrasaran la siembra el año pasado, esta cosecha puede ser la peor de su historia. Ahora, además de las temperaturas extremas en la India, la falta de lluvias amenaza con mermar los rendimientos en otros graneros, desde América hasta la región de Beauce en Francia. El Cuerno de África está siendo asolado por su peor sequía en cuatro décadas. Bienvenidos a la era del cambio climático.”
En el Cuerno de África la hambruna ya afecta a 14 millones de personas. También Egipto, Libia, Turquía, Líbano, Armenia y muchos otros dependen de los cereales rusos y ucranianos. De paso, parece que Rusia le está robando trigo a Ucrania y trata de venderlo.
En Argentina se actualizan dos discusiones. Una es la del trigo transgénico, el famoso HB4, aprobado el 11 de mayo para su comercialización en el país (y antes en Australia, Nueva Zelanda, Brasil y Colombia), que conlleva mayor uso de agrotóxicos. Y la otra es la de las retenciones, que en palabras de Ernesto Tenembaum son “un fetiche” en el país: cada vez más voces piden (¡a gritos!) un alza para captar la renta inesperada y contener la inflación en alimentos.
Ay trigal, dame tu surco y dame vida.