“¿Jura por la Matria y su honor ejercer con dignidad su profesión?”, preguntó Arturo Tascheret, decano de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo, a Ana Gabriela Blanco, a través de Zoom, el viernes 27. “Sí, juro”, dijo ella. “Si así no lo hiciere, que su honor y la Matria se lo demanden”, cerró el decano.
“La mayoría [de los juramentos] eran en base a la religión católica, y en base a un término de patria que me hace muchísimo ruido”, dijo la graduada. “Justamente el lenguaje está para construirlo en comunidad, en base a lo que cada uno vaya proponiendo. En ese intento por reivindicar lo que nos rodea y repensarme como persona, mi entorno y antepasados, se me ocurrió tachar la palabra patria y cambiarlo por Matria, que es un concepto que tiene un trasfondo para resaltar el protagonismo que tuvieron las mujeres en la historia”.
Fue un efecto dominó: “Automáticamente muchas egresadas y muchos egresados quisieron jurar por la Matria también y, de hecho, lo hicieron de manera simbólica”, afirmó una fuente universitaria a La Nación. Esto sentó un precedente: ahora jurar por la Matria es la “fórmula E”.
La universidad difundió un comunicado: “Celebramos como conquista poder dar la discusión institucional y académica en torno a mandatos hegemónicos instituidos, de dar la posibilidad de incluir fórmulas que evidencien otras perspectivas, cosmovisiones, fundamentalmente las de minorías, disidencias o sectores socialmente invisibilizados o excluidos. Consideramos necesario reflexionar constantemente sobre la construcción social de las palabras respecto de su alcance en la generación de sentidos”.
A mí me sorprende más que el juramento tradicional haya durado tanto. Mi mamá cuenta que en 1973, durante el breve rectorado de Rodolfo Puiggrós en la entonces Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, se escuchaban juramentos “por Evita Montonera”, entre otros.
Canta Caetano Veloso en “Língua” (Velô, 1984):
“E eu não tenho pátria, tenho mátria
E quero frátria”