-En general yo para esta época huelo como un sentimiento de fin del mundo. Diciembre, fin del mundo- dijo Julián Marini el miércoles en la apertura del programa Mejor país del mundo, por Radio Con Vos.
-Pero como ya ocurrió…- acotó Diego Iglesias.
-Exacto. No estoy sintiendo nada.
-¿Está mejor?
-No sé si estoy mejor. Es como un diciembre estéril. No pasa nada. Y lo extraño un poco, que diciembre sea el mes en que yo sentía el sentimiento de fin del mundo.
Estéril como un frasquito para hacer pis adentro, como un quirófano: qué bueno que no proliferen las bacterias, pero igual suena triste. En Argentina somos adictes a la adrenalina. Y no es que este año no hayamos tenido pandemia, chanchos voladores, rugbiers asesinos, incendios devastadores, polos derritiéndose, confinamiento sin precedentes, patrulleros rodeando la residencia de Olivos un día entero, muerte de nuestro ídolo máximo, amenazas de golpe de estado en el país más poderoso del mundo, caída de Google, eclipse de sol. Pero así son las adicciones.
Por si alguien más se aburre como Marini, puede ir siguiendo al iceberg A68, de 4200 kilómetros cuadrados, que se acerca peligrosamente a la isla San Pedro – Georgia del Sur y podría dejar a miles de pingüinos, focas y lobos marinos sin comida.
Otra opción para gente de corazón fuerte es seguir el poroteo de la ley de aborto en el Senado. Diciembre no terminó; promete todavía dar sus frutos.