Facebook y Twitter invocaron sus códigos de conducta: dijeron que las palabras de Trump incitaban al odio. Mark Zuckerberg explicó por qué cambió respecto a políticas anteriores: “Creemos que los riesgos de permitir que el Presidente continúe usando nuestro servicio durante este período son simplemente demasiado grandes”. Creemos.
“Estoy en contra de la Zuckerbergcracia… Trump al menos armó un partido y se presentó a elecciones”, argumenta @lauta en Twitter.
Y sí: estamos en manos de un pibe a quien nadie votó, de diez multimillonarios blancos con sesgo liberal. Tecnocracia. Edward Snowden, que no es muy amigo de Trump, tuiteó: “Facebook silencia oficialmente al presidente de los Estados Unidos. Para bien o para mal, esto será recordado como un punto de inflexión en la batalla por el control del discurso digital. (…) Imaginen por un momento un mundo que exista por más de los próximos 13 días, y que esto se convierta en un hito que durará”. ¿A quién más silenciarán? ¿Con qué criterio?
“Deplatform es censorship en una era donde las redes sociales son controladas por monopolios”, dice en spanglish @jorgerayados94. “El remedio es hacer cumplir las leyes antimonopolio para que las políticas de censura de dos tiendas de aplicaciones no tengan fuerza de ley; y poner fin a las leyes (derechos de autor, ciberseguridad, etc.) que permiten a estas empresas controlar quién puede instalar qué en sus dispositivos”, asegura Cory Doctorow.
Para Martín Becerra, las plataformas se presentan “como una suerte de atajo ejecutivo y veloz para decisiones que deberían tramitarse por las vías institucionales de una democracia”. Se recalienta la vieja discusión: quién manda en ese ágora con patovica que son las redes. La oposición “público”/“privado” ya no alcanza.
Mientras tanto en Zuckerberglandia, Whatsapp anunció que compartirá todavía más datos con Facebook. Hordas migran a Telegram o incluso a Signal, la mensajería recomendada por Snowden y Elon Musk. Allá el contenido no se modera; por ahora.