Imagino que Pablo Sirvén no pensaba en las ancestras de Amanda Gorman, ni en la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, ni en el director general de la Organización Mundial de la Salud, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, ni en los tesoros de Tombuctú, cuando escribió aquello del “africanizado conurbano” el domingo 17. “La madre de todas las batallas será la provincia de Buenos Aires, ese territorio inviable en cuyo africanizado conurbano se deciden electoralmente los destinos de la Patria.” En 50 caracteres, este secretario de redacción de La Nación logró insultar a la vez a 11 millones de habitantes del conurbano bonaerense y a 1200 millones de africanes: un récord.
La RAE, sucinta, define “africanizar” como “Dar carácter africano”; el diccionario de Oxford que levanta Google dice “Imprimir rasgos, cualidades o costumbres que se consideran propias de África.” La clave está en el “se” impersonal; ¿quién determina qué considerar ‘propio de África’? ¿Qué rasgos se están evocando?
Sirvén salió a aclarar y oscureció (otra metáfora racista): “sugieren q la palabra ‘africanizado’ q usé en mi columna refiere a algo racial (???) o de piel (???) cuando es obvio q apunto a que parte del Conurbano tiene índices sociales similares a países de ese continente”. Hay 46 países en África, con índices sociales muy disímiles y rápidamente cambiantes. Asociar África a índices sociales bajos habla más de quien forja la asociación que de África, o del territorio con el que se compare.
Esto no es un delirio individual de Sirvén: es un tópico. “Hay ‘caciques’ en el conurbano o en Formosa, pero no en CABA o en Rosario y raramente se gana el mote un referente radical, liberal o de derecha”, señala Ezequiel Adamovsky en ElDiarioAr. “Desde el siglo XIX es habitual desacreditar la participación popular en la política por vía de asociarla con alguna supuesta ‘raza inferior’, sean los indígenas, los afrodescendientes o un genérico ‘negro’ que alude a la mezcla de ambos.” Otra que “gracias, Negrito (N19P01)”.