Otra de las más votadas, ese adhesivo indeleble en el inconciente colectivo que es necesario cantar de nuevo una vez más (y otra) (y otra, en un loop infinito).
El autor de la letra que se corea en todo el mundo es Fernando Romero, presentado en los medios como “catequista de escuela secundaria e hincha de Racing”. El 9 de septiembre de 2021, en la previa del Argentina – Bolivia por las eliminatorias del Mundial, se acercó al micrófono de un móvil periodístico y cantó su versión de una vieja canción de La Mosca. El resto es historia.
Dice Diego Ruiz en su voto: “La primera vez que escuché la canción pensé en el inclusivo ‘muchaches’. ¿Le cantamos a los muchachos de la Selección o nos cantamos a todes nosotres? Desde que empezó el mundial tuve que apelar a la ‘suspensión de lo progre’ para poder entrar en el mantra comunitario”. Y sí. Una suerte de “rayo heteronormatizador”, de la mano del fútbol y los cuerpos tatuados, vino a traer felicidad sin marco teórico (aunque los marcos teóricos insistan en aparecer después).
Pero son dos cosas las que dice Diego. La otra me interesa más. “¿Le cantamos a los muchachos de la Selección o nos cantamos a todes nosotres?”. Es casi un ejercicio de análisis del discurso. El vocativo, ¿es una segunda persona o un nosotros (nosotres) inclusivo? La canción arranca en una primera singular (“En Argentina nací”), y avanza en un ida y vuelta que borra todo el tiempo los límites entre yo, nosotros, ellos: “quiero ganar la tercera / quiero ser campeón mundial” se convierte en “ya ganamos” y “ya somos”, pasando al plural por métrica, sin pudor. El “podemos” / “decimos” del final se entrega al nos colectivo ilimitado. El mantra comunitario.
Vuelvo a pensar en la Scaloneta, en subirnos a la Scaloneta. ¿Subirnos al colectivo, era? Parece. Son ellos, pero, ¿podemos subirnos todos (todes)? ¿Podemos ser también nosotros (nosotres)? Como escribió Ana López, “la ilusión de volver a una casa todes juntes”. Aunque, como postula Diego, quizás haya que dejar la e en la puerta, con el gesto de quien se saca los zapatos al entrar. Todes muchachos, por siempre jóvenes, vitales; pares en el abrazo de la ilusión. Un ratito.