Qué fantástico mirar el mundo desde otra perspectiva, compost del tiempo mediante, y pensar en el siglo XX argentino como un bloque, todo junto: Maradona y el granero del mundo. También hay palabras menos felices que conectan el hoy con el ayer (otra vez con los 80s, y dale con los 80s). Mundial con inflación: solo falta la ropa fluo y los pelos new wave. Recuerdos de mi infancia, un par de años después de Maradona levantando la Copa: subir al colectivo para ir a la escuela y preguntar cuánto costaba el boleto, cada día. Todavía no estamos ahí, en la hi.
La novedad es que ahora la inflación es un fenómeno, perdón por la redundancia, mundial; el término estrella de mitad de 2022 era estanflación. Por supuesto que en los países centrales no pega como acá, claro: allá en el norte se inquietan por un 6 por ciento anual, acá surfeamos el 6 por ciento mensual, quizás más, quién sabe, para qué te vas a amargar.
Leí por ahí hace unos meses que les economistas de Argentina están triunfando en las instituciones más prestigiosas de los países centrales, dando cátedra: pero claro, papá, si en inflación también somos campeones desde siempre. Yo anduve siempre en inflaciones, qué me van a hablar de inflación. El arte de ser cada día un poco más pobre, de lunes a domingo, de enero a diciembre, trabajando siempre igual que antes o más, y en lo posible -en lo posible- tratar de que no se note, de ser feliz igual.