Sombra terrible del Diego, vengo a invocarte. Y más, a exorcizarte. Descansá, te dicen.
“Messi, Merci, Mesías”, votó Carina Fernández Grenno, resumiendo muchos otros votos. Hace diez años, una campaña quiso imponer la palabra “inmessionante”; no prendió. Con Messi alcanza.
Dos años después de la muerte de Maradona, diez días antes de la muerte de Pelé, diez minutos antes del silbatazo final de su carrera: Messi. Otra clase de héroe. Otra clase de épica.
“Su Messi es Maradona”, decía Lei, hablando de la quinta que vio el Mundial 86, de mí.
Y sí. Durante muchos años usé esa comparación para ejemplificar la estructura de la analogía: A es a B como C es a D. En 2006 decía: “Messi es al Mundial 2006 como Maradona al Mundial 86”, donde Maradona era el foro, lo dado por conocido, y Messi el tema nuevo a ilustrar. Dos mundiales después tuve que dar vuelta la figura: “Maradona fue en el 86 como Messi en 2014”.
Mis hijas ríen incrédulas cuando les cuento que a Messi le decían “pecho frío”. De algunas cosas mejor no saber.
Porque por fin, por fin, por fin vimos a Messi levantando la Copa. Lo vimos bailar en cámara lenta envuelto en su bata negra de campeón, tirarse unos pasos, estallar en fuegos artificiales junto a su equipo. Lo vimos besarla y abrazarla.
Sin el zarpe maremoteado del Diego, sin el glam loco de Pelé: con su propia magia, insólita, indecible.
“Deriva psicogeográfica”, tuiteó Marian Ferrarelli, y me acercó este artículo de Jody Rosen en The New Yorker. “Lionel Messi pasará gran parte de los noventa minutos simplemente caminando, vagando aquí y allá, errando por el campo al ritmo y con la aparente falta de propósito soñadora de un flâneur en una deriva. (…) Messi es el gran deambulador del fútbol. Mantener los ojos fijos en él durante un partido es a la vez fascinante y mortalmente aburrido. (…) Pep Guardiola ha descrito su forma de caminar (…) como una forma de cartografía, un ejercicio de escaneo y vigilancia (…) ‘Después de cinco, diez minutos, tendrá un mapa en los ojos y en el cerebro. Sabrá exactamente qué es el espacio y cuál es el panorama’. (…) En otras palabras, para Messi caminar equivale a ver y pensar. (…) Sus divagaciones también adormecen a los defensores (…) los deja vulnerables a la magia de Messi, esos destellos de brujería que estallan y causan estragos a una velocidad desconcertante.”
Toda una guía sobre el arte de perderse. A su manera.