Para la prensa financiera, fue “el acontecimiento más grande desde la crisis 08/09”. El ex funcionario de Trump Anthony Scaramucci lo llamó “la revolución francesa de las finanzas”. Otra: “el verdadero Occupy Wall Street”. Un nuevo actor social entraba a la Bolsa a los gritos: les inversores amateur, o retail traders, inversores minoristas, pequeños inversores, day traders, armchair traders (inversores de sillón, “The Wolf of Couch Street”, según Stephen Colbert). Se los define como “individuos que invierten su dinero personal, no en nombre de una institución, y no como trabajo”.
Muches lo presentaron como una victoria de la “gente común” (memes maravillosos: este, este, este, este). Otres hablaron de “irracionalidad”. Decía Bloomberg: “Encerrados en casa, pegados a Reddit y a los foros de chat de Stocktwits, empoderados por las cuentas de Robinhood, financiados por la impresión masiva de dinero por parte del gobierno y envalentonados por un mercado alcista que ha convertido la asunción imprudente de riesgos en una virtud, la nueva banda de day traders de Estados Unidos está pujando frenéticamente por una amplia gama de valores marginales y extraños en lo que se ha convertido en una de las grandes manías financieras de la historia reciente.”
Al Financial Times no le causó gracia: habló de “asalto” (siege) a Wall Street, la misma palabra que se usó para la toma del Capitolio. “Estamos empezando a darnos cuenta de que las reglas tradicionales solo funcionan si mucha gente está de acuerdo”, dijo a USA Today Frank Murtha, un consultor en finanzas conductuales (!). Y dijo que GameStop y el Capitolio “hablan de un desencanto más amplio y de la sensación de injusticia que existe en la sociedad”. New York Times corrobora: “Hay una catarsis en ganar un poco de dinero con su dolor”, dijo un pastor evangélico de California. Y su esposa: “Nos comimos a los ricos” (#Eattherich).
Destaca Murtha que el asalto al Capitolio y a Wall Street se organizaron en redes sociales.