Otro hype de Silicon Valley: una app para conectarse a través de… audios. ¡Audios largos, justo lo que necesitábamos!
Solo palabras: después de tanta foto y videíto, me interesa. Es más bien como rebotar de sala en sala durante una megaconferencia informal (con los ojos cerrados). En cada sala hay gente hablando. Podés quedarte e interactuar por chat, o hasta decir unas palabras si te autorizan, o irte. Lalo Zanoni lo define como “un podcast en tiempo real y social”. Podcast en tiempo real… me suena… creo que en el siglo pasado teníamos una palabra para eso. Hablar sin mirarnos… también me suena.
Chistes de lado, lo que agrega Clubhouse a la vieja radio es la interacción social. El otro factor es el tiempo real: las conversaciones no se graban. Parece que en esta época de registros, el instante -la telepresencia- se revaloriza con escasez artificial. Por último, vende exclusividad (hola, “Clubhouse”), ya que se accede solo por invitación y (por ahora) desde iPhone. Parece que esa estrategia funciona: en enero levantó 100 millones de dólares de inversión de Andreessen Horowitz, y fue valuada en mil millones. Hoy tiene unos 600 mil usuaries, pero hay muches más queriendo entrar.
Elon Musk lo hizo de nuevo (puf): participó como anfitrión y fue visto por cinco mil personas (el máximo por sala). Habló de criptomonedas con Vlad Tenev, el CEO de Robinhood (N22P06, también apoyada por Andreessen Horowitz), y los fans lo streameron por YouTube. (Dijo Elon: quien controle los memes controlará el universo).
Desde diciembre, Twitter está probando Spaces, básicamente salas de audio para tuiteres. Una respuesta al famoso “Get a room”. También Facebook está encargando un producto similar. Como dijo Ariel Tiferes en su Deili Tek, “Yo hago ravioles, ella hace ravioles”.
Y China hizo lo que hace China: bloqueó a Clubhouse de sus app stores. Fue -dicen- porque a través de la app, muchas personas charlaron -por primera vez en años- con gente en Hong Kong, Taiwán y Macao. Mucho ruido.