“Te estoy mirando. Sos mía. No sos de nadie más”, le escribió por Whatsapp el domingo Bautista Quintriqueo a Guadalupe Curual. Dos noches después, la persiguió por la avenida principal de Villa La Angostura y la mató de un cuchillazo frente al Automóvil Club, en pleno centro. Guadalupe tenía 21 años y una beba de once meses, hija también de Quintriqueo. Desde julio denunciaba en la justicia que él la amenazaba.
Me acuerdo de una película vieja: La maté porque era mía. Googleo: Patrice Leconte, 1993. La época en que había quince películas por mes. El título original es Tango, pero a algún distribuidor se le ocurrió que “La maté porque era mía” sonaría mejor. Está catalogada como comedia, o comedia negra. Recuerdo haberla visto y que no me causara gracia. Recuerdo también que en la primera marcha de Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015, vi a un hombre mayor, solito, con un cartel hecho a mano que decía “El tango es machismo”.
También hay una canción española de 1991 con el mismo título. Hoy sería impensable estrenar una película o una canción con un título así, aunque fuera crítica o paródica. Encuentro en cambio dos libros (de Argentina y de España): estudios sobre violencia machista. El español, en realidad, se llama “La maté porque la amaba, la maté porque era mía”, citando a la canción.
No sé cómo se hace para desatar ese nudo. No creo que alcance con cancelar ciertos productos culturales. Mi hija menor dice “esta mamá es mía” cuando me abraza. Es amor, y hay otras cosas.
Si vamos a las canciones, La cautiva, de Los Visitantes (1993) tampoco puede escucharse hoy. El mismo Palo Pandolfo lo dice; le falta contexto. Hasta se complica el cuento “La intrusa” de Borges. No se puede leer la ficción como literal, ni mucho menos como aval. El problema es que ese límite se está borrando, como si ya no supiéramos leer.
Cada vez que conozco una nenita que se llama Mía, pienso “ojalá lo tome como Mía Demimisma”.