El primer escandalete de la semana largó el domingo a la noche, tras la gala de los Golden Globe. “La argentina Taylor-Joy es la primera mujer de color en ganar esta categoría [mejor actriz] desde Queen Latifah en 2008 y solo la quinta mujer de color en ganar desde 1982, cuando fue introducida la categoría”, dijo la revista Variety. Anya Taylor-Joy es blanca como la leche, ideal para papeles de vampira.
Hubo una catarata de críticas a Variety, pero también de discusiones online; algunas pueden verse en estas respuestas a la revista. Decían que Variety había confundido raza con etnia; otres, que lo confundían con nacionalidad. Algunes afirmaban que Taylor-Joy es latina porque creció en Argentina y habla español; otres, que eso no la hace latina. Lo que nadie dudaba es que el término “de color” no se aplica a ella. A menos que implique “de color blanco”.
Ése es el problema con los eufemismos: ya no se sabe de qué se habla. Nadie habría escrito que Taylor-Joy es negra, o que es afroamericana (tampoco vi nunca que se llame afroamericana a Charlize Theron, nacida en Sudáfrica).
Quizás haya que entender que la redacción de Variety llamaba “de color” a ese vasto universo de identidades no WASP, no mega mainstream (en términos de hoy: no mega hegemónicas). Algo así como la categoría de “película extranjera” pero en términos de identidades. La otredad.