Otra palabra del racismo que reaparece en el #8M, esta vez a través de un tuit de Agencia Presentes: “Mujeres indígenas reclaman que se investiguen y juzguen los chineos: violaciones por parte de criollos a niñas indígenas”. Se ven carteles hechos a mano: “¡Basta de desapariciones y violaciones a nuestras mujeres indígenas!” y “¡Basta de chineo!”.
Escuché la palabra por primera vez en marzo de 2019, de boca de Rita Segato, en una charla en la Universidad de San Martín. “En Tucumán, en Jujuy, en el Chaco aún se practica el ‘chineo’, una abominación muy común en esas provincias del norte, en donde las elites se pronuncian en contra del aborto. Allí llevan a sus hijos a tener su iniciación sexual con las niñas wichis, iniciaciones en las que hay violaciones de jóvenes pobres indígenas. Cuando hay casos de violación entre indígenas, ahí el Estado actúa, pero cuando el blanco va al chineo, la indígena es una ‘prostituta’”.
En 2020, el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir lanzó una campaña para abolir el chineo. “Esta lamentable y terrible aberración sexual está calificada por observadores del Estado, por funcionarios administradores de justicia, como un rito iniciático de la actividad sexual, como parte de una cultura”, dijo Moira Millán a Télam.
Stella Bin consigna en Red/Acción que no hay consenso en el uso del término. La referente feminista wichi Octorina Zamora lo considera “reproducir el racismo”: “Es una palabra ofensiva para nosotras, porque a las cosas hay que decirlas por su nombre: son violaciones sexuales en banda o en grupo”. Bin cuenta que “otras marcan que dicho así, se le quita todo el agravante racista, de que se las ataque también porque son indígenas”.
Me sorprende que la práctica, un sustantivo derivado de verbo -”chinear”- tome su nombre de las víctimas -las “chinas”-, y no de quien la perpetra. Como si la misma formación de la palabra insinuara que es algo que ellas hacen, que es su culpa, por existir nomás.