“Así como el petróleo lleva al calentamiento global, los datos llevan al enfriamiento social”, sostiene Tijmen Schep en Enfriamientosocial.com. “Si sientes que estás siendo observado, cambias tu comportamiento. El Big Data está sobrealimentando este efecto. Esto podría limitar tu deseo de asumir riesgos o ejercer la libertad de expresión. A largo plazo, estos ‘efectos paralizantes’ podrían ‘enfriar’ a la sociedad”. Detalla cómo cada dato va conformando una reputación digital, y cómo las personas van notando que esto podría afectar su futuro, como en el sistema de scoring social chino. Para Schep, la “nueva normalidad” trae conformismo, autocensura y aversión al riesgo. Para evitar problemas, mejor no decir nada, como en las reuniones por Zoom.
“Los datos son el nuevo petróleo, y están dañando el ambiente social. Necesitamos proteger el derecho a cometer errores”, cierra Schep. “La privacidad es el derecho a ser humanos”.
Nunca antes nos habíamos sabido observades todo el tiempo, toda la vida en la vidriera.
Decía Tamara Tenembaum el domingo: “En la economía de la atención, vivimos del ruido pero también lo sufrimos. Para ganarnos la vida necesitamos ser visibles (…) No solamente nos autocensuramos ciertas cosas en las redes, sino que ese mismo armado de un personaje correcto, esa búsqueda de gustar, termina permeando todas nuestras intervenciones. (…) Recuerdo el miedo que sentimos muchos de los que damos clases en la universidad cuando supimos que las clases que dábamos por internet iban a quedar grabadas. (…). Necesitamos producir espacios en los que esa separación entre lo privado y lo público se pueda sostener, en los que podamos jugar a sostener una idea peligrosa por un rato sin tener miedo de que la identifiquen con nuestras convicciones más íntimas. Cuanto más relevante sea dicho espacio en la economía de la atención, más difícil va a ser. Todo indica que no se puede tener las dos cosas, (…) la notoriedad y la confianza, los clics y el diálogo.”