¿Alguien dijo NFT? Desde el sábado, cuando hablamos de criptocoleccionables (N28P01), la bola de nieve de los non fungible tokens no paró de crecer. Todo lo sólido se desvanece en el aire y se convierte en una cadena de bloques; lo único que no se disuelve, parece, son las ganas de poseer, de comprar, de vender. Y la belleza de los activos digitales es que no precisan fábricas. Sí “mano de obra”, sobre teclados y a puro bit; pero no hay insumos, logística, depósitos ni más bienes de capital que las computadoras, oh máquinas totales. (Lo que hay es consumo energético a lo pavote: el bitcoin chupa más energía que toda la Argentina, pero esa es otra discusión).
Ok, CryptoKicks: el NFT de Nike. Zapatillas virtuales, porque por qué no. Porque toda empresa es una empresa de tecnología.
Ni siquiera es una novedad: Nike las patentó el 10 de diciembre de 2019, mientras Alberto Fernández asumía ante una multitud sin barbijo, unos días-siglos antes de la sopa de murciélago. Pero recién ahora está madura la conversación -y el mercado-.
“El 27 de febrero salió a la venta un trío de zapatillas que parecían garabatos de las Air Force Ones: una colaboración entre el estudio de diseño Rtfkt y Fewocious, un artista digital de 18 años”, contaba el lunes The Wall Street Journal. Vendieron 621 pares en siete minutos, por 3,1 millones de dólares. “Lo que es verdaderamente notable es que las zapatillas de Rtfkt no se pueden usar. Ni siquiera se pueden tocar o sostener”, decía el periodista Jacob Gallagher. “Ser propietario de una NFT no significa que tengas los derechos de autor de un determinado activo, pero sí te otorga el derecho a presumir.”
Lo de las CryptoKicks de Nike es aun más ambicioso: implicaría “una relación uno a uno entre el armario de casa y el armario digital”, donde “los clientes reciben una versión virtual de una zapatilla cuando la compran’”, dice Gallagher. Pero aclara: “Esta tecnología aún no se desplegó”. Comprar el derecho a presumir, así en la calle como en la web.