“Se hizo un mineraloducto que va de la mina al puerto de Rosario”, tuiteaba hace justo un mes Carlos Busqued. Me interesó la palabrita y le pedí más datos. Después encontré especificaciones: hablaba precisamente de los minerales que salen de Bajo de la Alumbrera, la mina a cielo abierto más grande de Argentina, en el cerro Aconquija, cerca de Andalgalá. El mineraloducto tiene 320 kilómetros; es un caño que va desde la mina a Tucumán, y dentro de él viajan los metales -principalmente cobre-, mezclados con agua. Así llegan a una planta en Tucumán, donde se filtran y se suben a un tren que los lleva al puerto de San Lorenzo, en Santa Fe. Y por el río Paraná se van al mundo. Literalmente el mapa del extractivismo.
La mina empezó a operar en 1997, y desde entonces acumuló denuncias sobre contaminación y daño ambiental (además de otras sobre falta de pago de regalías). Incluso hubo denuncias específicas por vertido de minerales por fisuras en el mineraloducto, en Alpachiri, Tucumán. La gran promesa del desarrollo nunca se cumplió: tras 18 años de explotación minera, Catamarca sigue siendo una de las provincias más pobres del país. En el momento de máxima explotación de Bajo La Alumbrera, dio trabajo a 2400 personas. Y se suponía que iba a cerrar en 2020, simplemente por haber extraído ya todo lo posible del cerro, pero las empresas encontraron una forma de “explotación subterránea” para sacar metales por diez años más. Eso sí, con un tercio de los empleados.