En el Cup Foods del sur de Minneapolis, todavía hay que pagar con plata o tarjeta. Allá iban el 25 de mayo de 2020 Judeah Reynolds, una nena de nueve años con antojo de algo dulce, y su prima Darnella Frazier, de 17, que tras mucha insistencia había accedido a llevarla a comprar. Estaban llegando al negocio cuando vieron algo que las asustó: cuatro policías (blancos) mantenían en el suelo a un hombre (negro). Uno de ellos le apretaba el cuello con su rodilla, aunque el hombre en suelo decía una y otra vez “no puedo respirar”. La adolescente sacó su celular, filmó toda la escena y la subió a Facebook. Un rato más tarde, la policía de Minneapolis publicó un comunicado titulado “Un hombre muere en un incidente médico durante interacción policial”, donde decía que “los oficiales lo esposaron y notaron que estaba sufriendo una dificultad médica”. Para ese momento, el video de Darnella ya volaba por internet.
Así el mundo conoció la brutalidad policial que mató a George Floyd y prendió la mecha del Black Live Matters, uno de los movimientos por los derechos civiles más importantes del siglo.
Las dos primas testificaron en el juicio; Darnella dijo que había visto a un hombre “aterrado, rogando por su vida”. Derek Chauvin, el policía que mató a Floyd con su rodilla, fue encontrado culpable de homicidio el martes en los tribunales de Minneapolis; podrían condenarlo hasta a cuarenta años de prisión. Es un acto de justicia que trae algo de alivio a la tan golpeada comunidad afroamericana y sienta un precedente poderoso: por primera vez un policía blanco es condenado por matar a un hombre negro.
Dijo Darnella: “Me pasé noches y noches pidiéndole perdón a George Floyd por no haber hecho más, por no intervenir físicamente para salvar su vida. Dijo Judeah: “Mi mamá dice que trajimos el cambio”.
Tuiteaba el martes el escritor Edmundo Paz Soldán: “Si no hubiera sido por una adolescente llamada Darnella Frazier, con un celular en la mano…”