Poli Sabatés (que debe tener treinta como mucho) contó que, un mes después del alta de COVID-19, sufre dolor de cabeza todos los días. Desencadenó una catarata de respuestas donde se detallan secuelas: el famoso “COVID largo”(N08P05). Muches describen alteraciones en el gusto y el olfato. “Tuve hace 8 meses. El olfato volvió pero trastocado. También me pasa que cada tanto huelo humo de la nada (como un olor fantasma) y en esos momentos siento como si me faltara el aire”, dice @gallesdelimon. “Hace 6 meses ya que tuve Covid. Sin gusto ni olfato, todavía. Cada tanto tengo alucinaciones olfativas, oler algo que no está y en general desagradable. Las bebidas colas saben a podrido”, dice @aleszir. “Mi alumno, de 15 años, tuvo el año pasado, me contó que estuvo durante varios meses sin probar la carne, porque le sentía gusto a podrido, y al agua sabor a gasolina…”, dice @EcSweetmorena. Otres cuentan que hacen rehabilitación neurológica. Y @marcelofurci aconseja: “Busquen ‘parosmia’. Es una alteración frecuente que aparece a muchas personas post Covid”.
“Se denominan parosmias la serie de alteraciones cualitativas del olfato que producen una percepción distorsionada de un olor que está presente en el ambiente (disosmia) o que no lo está (fantosmia o alucinación olfativa)”, dice la Wiki. Antes se asociaba a epilepsia, Parkinson y a cuestiones psiquiátricas. Ahora Marcela Kloosterboer dice sentir “olor a cigarrillo todo el tiempo”.
“Los descripciones comunes de los diferentes olores de parosmia incluyen: muerte, descomposición, carne podrida, heces”, dice Chrissi Kelly, quien fundó el grupo AbScentParosmia en junio. Se cree que es porque se perciben solo algunos de los compuestos volátiles que contiene una sustancia, que huelen peor aislados; esto sería porque las fibras nerviosas que llevan señales desde la nariz hasta el bulbo olfatorio en el cerebro se dañan y luego crecen con “cables cruzados”.
Parece que el cerebro se reacomoda con el tiempo. Nadie sabe cuánto.