La deriva: de ESMAD a Madrid. El martes se votó en Madrid: un triunfo aplastante para Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad desde 2019,del Partido Popular, que preocupa por su coqueteo con la ultraderecha de Vox. “Asombra al mundo que haya podido arrasar en las elecciones una versión a la española de Donald Trump, con el estandarte de la libertad (para beber cervezas) y unos resultados en salud deplorables y muy parcos en lo económico”, decía ayer Rosa María Artal en ElDiario.es.
“Ayuso inventó a los madrileños”, postula Martín Caparrós en su blog, Cháchara. “Ser madrileño no era una definición política y, en términos culturales o demográficos, era una condición muy laxa, muy mezclada, suma de gente tan distinta, orígenes tan varios, conductas tan diversas. Ayuso les ofreció rasgos comunes. Ahora, en su versión, los madrileños son gente de trabajo y de sano recreo que había perdido su libertad –su libertad– de trabajar y recrearse porque el gobierno central se lo prohibía so pretexto de peste. ‘No entienden nuestro modo de vida’, dijo en su festejo, instalando un ellos y un nosotros, ‘y por eso el sanchismo no entra en Madrid’. Ahora, en la versión Ayuso –en la versión triunfante–, los madrileños son gente oprimida que decidió pelear por su libertad”. A mí la bandera de la libertad madrileña me lleva a la Guerra Civil: Morir en Madrid. Otra cosa.
“Ayuso entendió que, en estos tiempos de desorientación global, no hay nada más eficaz que inventar un bloque local, un nosotros hecho de pertenencias y ofensas compartidas”, cierra Caparrós. “(…) supo construir su propio movimiento indepe: allí donde los catalanes se duelen y defienden de Madrid, los madrileños se defienden y duelen de ese híperMadrid que es el gobierno central. Son las pequeñas delicias del nacionalismo –que sigue siendo, en días oscuros, el truco que más votos consigue. Alcanza con poder definir ese nosotros, darle una banderola, encontrarle enemigos, convertirlo en misión.”