Me queda rebotando lo de “verosímil vida”. ¿Qué hace verosímil a una vida? ¿Verosímil para quién?
Desde hace 85 días se busca a Tehuel de la Torre (N31P06), un joven trans que salió a buscar trabajo y nunca volvió. Mientras organizaciones de derechos humanos reclaman que se busque a Tehuel (“como si fuese cis”, decían algunes desencadenando otra polémica), la policía de Salta encontró los restos de otro joven trans desaparecido, Santiago Cancinos. Parece que en Argentina hay huesos de jóvenes bajo cada piedra. “Aparecieron los restos óseos de Santiago Cancinos, el varón trans desaparecido hace 4 años en Salta. Nunca lo buscaron realmente porque pensaban que se había escapado. Hoy los medios que difundieron la noticia no respetaron su identidad y lo comunicaron con su deadname”, tuiteó ayer Paula E. Lo leí y me dio vergüenza no haber conocido antes esta palabra. La veo fuertísima; todavía más, para hablar de una persona muerta. Y muchísimo más si tras su muerte tampoco se respeta su identidad como quiso.
La pongo en el buscador de Twitter y encuentro una catarata de tuits que no tienen que ver con Santiago, sino con otras tantísimas personas. Entre ellos este: “soy un chico soy un chico dejad de tratarme con pronombres femeninos odio eso se siente horrible soy un chico y mi nombre es alan dios cállaos dejad de llamarme por mi deadname soy un chico, ya basta”. Y entre las respuestas le dicen cosas como “eres un chico súper válido”, “súper válido Alan”, “¡ey, eres el chico más válido del mundo!”.
¿Qué hace válida una vida?
La comunidad trans lucha para que sus identidades autopercibidas tengan status administrativo: se archiven. Pienso en aquello de Fogwill de “escribo para que no me escriban”. En esa noción religiosa de “inscribirse en el libro de la vida”.
Santiago Cancinos tenía catorce años; su causa fue caratulada como “fuga de hogar”. En los diarios, Santiago no tiene quién lo inscriba. Pero el archivo ya no termina ahí.