Quizás no se note mucho desde este largo día de la marmota en el que estamos sumergides, pero así como la semana pasada celebramos el solsticio, esta le dimos vuelta la página al año (o él nos dio vuelta). Aquí está el famoso segundo semestre, con todos sus memes de Julio. Y para quienes tengan la fortuna cada vez más infrecuente de contar con empleo registrado, en esta bisagra del año llega también la módica alegría del aguinaldo (al menos en Argentina).
Me di cuenta de que me resultaba oscurísima la etimología. Dice el Corominas: “AGUINALDO, H.1400. Alteración del antiguo aguinando, de origen incierto, probablemente de la frase lat. hoc in anno “en este año”, que se empleaba como refrán de las canciones populares de Año Nuevo”. Descubro después, en el Diccionario de la Real Academia Española, que se le asigna el significado de “Regalo que se da en Navidad o en la fiesta de la Epifanía”, o bien “en cualquier otra ocasión”.
Veo en la Wiki que en muchos países “existe la costumbre de dar un aguinaldo a los trabajadores en época navideña, en especie (cesta de Navidad) o en dinero. Tiene consideración de una remuneración voluntaria (equivalente a una propina); aunque su arraigada costumbre ha conducido en algunos casos a ser considerada como un derecho adquirido”. Me quedo pensando, porque aunque sé que en Argentina es un derecho constitucional, siempre lo sentí como una suerte de regalo, de privilegio. Quizás porque siempre alterné trabajos formales e informales, y vi entonces la arbitrariedad de disfrutar ese extra.
Aquí en Argentina hubo algunos antecedentes de formalizar un pago de fin de año en 1910 y en 1924, pero solo se incorporó a la ley nacional de contratos de trabajo en 1946, bajo la presidencia de Perón. Este jueves 1 de julio, mientras leía conmemoraciones por los 47 años de su muerte, descubrí que fue horas después del día de pago del aguinaldo, esa propina convertida en derecho laboral. Brillante.