“Lo que me irrita es cierta liviandad con la que se dice madre soltera. El concepto es confuso. Poco preciso. Yo soy soltera, tampoco tengo pareja y también soy madre. Son tres cosas separadas. Además, crío a mi hijo sola. Es una cuarta cosa. Lo crío sin nadie más. Sin padre, expareja que sea el padre, pareja nueva que no sea el padre, familia del otro lado, nada. Solo yo y mis recursos. Por eso si digo, si me obligan a definir un ‘estado civil’, término al que le pongo comillas, me refiero a mí como cabeza de familia monomarental. Así, sin comillas”. Esta mañana me crucé con este texto de Daniela Pasik. No tenía fecha; pensé que quizás no fuera de hoy. Pero el tema no pasa de moda. “La falta de responsabilidad en la crianza de muchos padres supera enormemente a la cantidad de mujeres que nos quedamos, contra todo el instinto natural de querer salir corriendo. O que nos hacemos cargo, como podemos.”
Diez minutos después encontré esto de María Esperanza Casullo que sí es del domingo pasado. Iba en torno a las palabras del dirigente del Movimiento Evita Emilio Pérsico: que en general son las mujeres quienes tienen tarjetas de ayuda social, que esto vuelve a las familias “matriarcales” y a los hombres violentos. “En el primer trimestre de 2020, en el peor momento de la caída económica causada por la pandemia, en los hogares monomarentales la pobreza había trepado al 68%. Esas transferencias de ingresos hoy están sosteniendo, y muy apenitas, sólo con lo absolutamente mínimo, la subsistencia básica de niñes, ancianes, y adultes en hogares monomaternales. ¿Deberían las mujeres entregarle ‘las tarjetas’ a sus (supuestos) maridos? ¿Debería el estado dejar de direccionar recursos en su dirección, para no romper ‘la familia’? ¿Deben las mujeres sumar, a la larguísima lista de tareas de cuidado que están a su cargo, la reparación del orgullo herido del ex varón proveedor?”