Categoría: número 14 (dolor y gloria)
2. Gracia
“Era él contra el mundo. Y ganaba él. En el Mundial 86, donde jugó en estado de gracia, su genialidad conoció el punto más alto el día que venció a Inglaterra. Como hizo Homero con su Ulises, conviene no hacer descripciones externas y reservar para Diego los mismos calificativos que para el héroe de la Odisea: “Sagaz”, “mañoso”, “certero”, “de muchos trucos”. El fútbol de Diego estaba hecho de belleza, de creatividad, de orgullo, de hombría y, aquella tarde frente a Inglaterra, de argentinidad al palo, con proporciones parecidas de viveza y habilidad. Diego marcó un gol estratosférico y otro tramposo. Aquí está el mejor ejemplo de esa frase que aplicamos en ocasiones menos oportunas que esta: estaba por encima del bien y del mal.”
Jorge Valdano, “Adiós a Diego y adiós a Maradona”, en El País, reproducido en La Nación.
3. Maradoniano
Preguntaba la periodista Cecilia González el año pasado, “¿maradoniano o maradoneano?”. Entre las respuestas, funcionó como prueba concluyente una foto de un libro escrito por el mismo Diego y dedicado “a todos los maradonianos”. Prueba de que la palabra ya circulaba hace rato; desde los noventas, en sus dos versiones. La famosa Iglesia Maradoniana data de 1998.
Por supuesto que la RAE no la toma en cuenta, aunque, como marcaba Alejandro Lorenzetti en Facebook, tiene 146.000 resultados en Google (bueno, eso el miércoles, hoy ya tiene 194.000), contra 15.500 de “berlanguiano”, que acaba de ser consagrada por sus reales académiques.
¿A qué le decimos maradoniano? ¿Es estrictamente un adjetivo relativo al fútbol? Googleando se verifica que el uso más frecuente es junto al sustantivo “gol”.
Según el Diccionario Libre: “Relativo a Diego Maradona. En la jerga futbolera, maradoniana es aquella jugada que se destaca por sobre la media y se aproxima a la genialidad”. “Relativo a Maradona”, bueno, sí claro. Aparecieron en estos días las cartografías maradonianas, mojones del territorio marcados por el amor popular que pronto serán carne de tour: Fiorito, la Paternal, la Bombonera, Segurola y Habana (“el mapa de Dios”, dijo Martín Rodríguez). Pero me pregunto si el adjetivo irá más allá. Por ejemplo, escuché en la radio que el velorio había sido un acto maradoniano. Infiero: desbordado, impredecible, emocional, efusivo; eufórico y tristísimo a la vez; iluminado; peligroso; más argentino que tragedia anunciada.
4. Mitologemas
“Juanito, en el que Berni proyectó una infancia con privaciones, pero sobre todo las fisuras del desarrollismo, y Diego, son ídolos de barro (…). Salieron de la vida más dura que pudiera vivirse en las orillas de Buenos Aires y se consagraron en el arte y el deporte como hitos de la cultura popular que el mundo reconoce como algo único, irrepetible. Más aún, acaso la vida de Diego, dentro y fuera de la cancha, haya sido una extensión de la saga de Berni que quedó trunca con su inesperada muerte en octubre de 1981 cuando el futbolista ya era ‘El 10’ de Boca Juniors (…).
Juanito fue maradoniano sin que Berni lo supiera y Maradona fue Berniano aunque quizás no hubiera visto una sola obra del irreverente maestro rosarino (…).
Juanito y Maradona son contemporáneos, vienen del fondo social argentino (que parece no tener fondo) y trascendieron el arte y el fútbol. Se volvieron mitologemas a los que se los usa para explicar cosas. Sí, este es también el país de Juanito Laguna y de Diego Armando Maradona. El de un personaje de la ficción y otro real que el universo decidió hacer nacer casi al mismo tiempo y casi en el mismo lugar. A los dos les han escrito y cantado poetas y trovadores: Armando Tejada Gómez, Mercedes Sosas y César Isella hicieron canciones para Juanito; Andrés Calamaro, Rodrigo, Manu Chao, Paco Amoroso y Los Piojos para Diego. ¿Qué otro personaje de la pintura argentina tiene canciones populares escritas y grabadas en su nombre? ¿Cuántos otros jugadores de fútbol fueron a parar a un estribillo? Son únicos. Juanito sobrevive a Maradona porque está hecho de una materia que trasciende el tiempo, pero la muerte no acaba con el mito (lo sabemos por Gardel, nosotros). Es muy posible que, con el tiempo, el arte argentino lo tematice así como lo hicieron los Mondongo (tan bernianos como maradonianos), en 2005, con un retrato de hilos de oro que captaba su sonrisa única en México 86, y Roberto Jacoby, emplazando una réplica del pie izquierdo del David de Miguel Angel en la entrada de Villa Fiorito, en su homenaje.” Fernando García, en La Nación.
5. Feministómetro
“Me agotó ese feministómetro que pretende cancelar a quien no se ajusta a su espejo impoluto”, dijo el miércoles a la noche la periodista Mariana Carbajal desde su cuenta de Instagram, cansada de que le recordaran que Maradona tenía denuncias por violencia de género. “Ese feministómetro inquisidor que no puede aceptar que se despide a un ídolo popular, que reivindicó su origen villero, que se plantó frente a los poderosos, que se puso del lado de lxs débiles, que dio alegrías adentro de la cancha, que jugó el mejor fútbol, ese feministómetro no me representa.” También la actriz Thelma Fardín fue criticada por homenajear a Maradona, y respondió “Gente, el feminismo es liberación, no rendirle cuenta a ustedes”. “A Diego gracias, al feministómetro, ni justicia”, tituló Paula Giménez en Filo.news, y cerró su nota diciendo “Diego era varón y como varón un hijo sano del patriarcado”. “No nos saquen la vara del feministómetro o el socialistómetro para medirnos la coherencia a ver quién la tiene más larga”, dijo Adriana Esposto desde el facebook de Revista Sudestada.
No es nuevo el feministómetro -ni el andar midiendo el nivel de feminismo en sangre ajena, ni la palabra que lo nombra-: circula desde el milenio pasado. En Hacia una presencia diferente (1992), publicación del Instituto de la Mujer de Paraguay, se lo define como “neologismo creado para mostrar la imposibilidad de trazar una linea divisoria entre el movimiento feminista y el movimiento de mujeres, donde las mujeres están absorbiendo la práctica feminista”. Según cuenta Francesca Gargallo en la Antología del Pensamiento Feminista Nuestroamericano, ya se hablaba de feministómetro en el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, en Bogotá, en 1981, cuando Maradona todavía no había jugado su primer mundial.
6. Aleph
La nubada mañana de noviembre en que Diego Maradona murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de él y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
(Dijo Héctor Gambini en Clarín: “Su nombre es un aleph borgeano de la argentinidad. El punto donde se concentran todos los puntos. La caja Maradona contiene y repele, cobija y expulsa, pero siempre les recuerda, a los argentinos que se asoman a ver, quiénes son”).
7. Desborde
¿Cuántas veces escuchamos el relato de barrilete cósmico? No digo en estos días, ¿cuántas veces en la vida? Cómo puede ser que hasta quienes no somos gente de fútbol tengamos tatuada cada inflexión de esa voz en el cerebro como una canción que fue hit todos los veranos. A mí me impresiona cómo la potencia de la belleza desencadena lo imprevisible. Porque nada de eso estaba preparado: el relato irrumpe, como irrumpió el gol. Brota y el propio relator no sabe lo que está diciendo: es la puesta en acto del viejo mito del artista como médium. De un pelotazo se abre una puerta escondida y saltan esas palabras que le cambiarían la vida a Víctor Hugo; él mismo las mira sorprendido, enseguida pide disculpas por lo que llama un desborde, una falta de profesionalismo. El acontecimiento, decía Badiou, según nos enseñó Ricardo Coler (no estoy segura de que el concepto sea exactamente ese, dejame soñar). A veces siento que esas cosas, las imprevisibles, las del presente perfecto, son las únicas que valen. El alboroto de la sangre. Pienso (perdón) en una escena de la novela Lejos de Frin donde Luis Pescetti se toma cuatro páginas para describir cómo un chico tira pochoclos por el aire de pura felicidad incombustible. La experiencia de lo real. Cosas que pasan. De vez en cuando, algunas cosas nos pasan.
8. Ex país
“Somos ya, un poco, un ex país”, escribió Martín Rodríguez en Panamá Revista, el miércoles, temprano, sobre el cuerpo todavía caliente del dolor. “Maradona armó un pueblo y una idea de Argentina cuando había desguace y fragmentación. Ya podemos tirar la llave al mar. No fue perfecto pero era Dios. Y elijo esta foto de Diego así, abrazado a Claudia, en nuestro Volver al futuro, porque parece ingenuo y valiente.”
Decía el biógrafo de Maradona, el periodista Daniel Arcucci: “El dolor más grande que empezó a sufrir Diego era que ya no se sentía Maradona. Él era consciente de que no era Maradona y no había manera de convencerlo que no necesitaba hacer algo más para seguir siendo Maradona”.
No seremos Maradona pero creo que es fácil empatizar con el sentimiento, al menos para cualquiera que haya pasado, como dice Calamaro, la curva de los 18. El dolor de ya no ser, individual y colectivo. Envejeciendo detrás de pantallas y barbijos, en la bruma de la pandemia; sin baile, sin fiesta, sin épica, sin querer ni empezar a preguntarnos si será que la alegría va a volver alguna vez o esto lo que hay nomás.
9. Pobres
La foto de hombres con el torso desnudo en el hall de la Casa Rosada -descamisados hiperrealistas- circuló intensamente el jueves. Hubo mucho grito de “vergüenza” en redes sociales. El escritor Luciano Lamberti se burló: “se metieron pobres en casa rosada! qué horror!”.
Esa misma tarde, en el programa radial Mejor país del mundo pasaron un audio de un oyente. “Facundo Cabral cuenta que cuando le dijo a su madre que Gardel había muerto, su madre le contestó: ‘ahora sí somos pobres’”.
10. Zarpe
Pero qué afortunades fuimos.
Me voy a permitir ponerle espacios a estas palabras que escribió de corrido Gabriela Cabezón Cámara el miércoles. Espero de corazón que no le moleste.
Jugabas con todo, como quien
baila la fiesta más esperada, la
del final de la guerra, la de la cosecha, la de
la prosperidad de los siempre postergados,
Diego;
bailabas
una fiesta que hubiéramos querido interminable porque ese genio cachorro de tu arte, Diego, esa alegría
fuerte
de tu cuerpo danzante, de tu boca ingeniosa, de tus patas con ansias de justicia, de tu cuerpo
de baile de milagro, Diego, nos incendiaba
el cuerpo,
y nos unías,
nos fundías en un cuerpo ardiente a todos
juntos, Diego, en tu alegría
que era la nuestra, la del artista del pueblo.
Y
todo eso que hacías en la cancha
que no era necesario, que era
puro lujo,
Diego,
nos hacía
un pueblo que largaba todo para ponerse a bailar. Eras
un lujo, Diego, y un zarpe.
Un pliegue
de la vida dura que albergaba la fiesta y se aferraba ahí,
porque cuánto cuesta vivir, Diego,
y cuánto morir y cuánto
tocar el cielo con las manos y que se te llene todo
de caranchos. Te atravesaba un río, Diego, te atravesaba
un río:
el de los artistas grandes, el de los que no se ahorran nada, el de los que se brindan
hasta romperse, Diego, el de los que pueden
crear una fiesta del pueblo
porque son el pueblo, Diego, y por eso
la fiesta y por eso
brindarse hasta el final y por eso
el delirio, Diego: a los pueblos
no nos gusta la austeridad. Te atravesaba
un río, Diego, un imposible Riachuelo cristalino, y a veces
te llevaba al mar, te maremoteaba, te partía de un tsunami y
qué desastre, Diego, que tristeza
era verte desastrado, saberte roto y a veces
peor,
rompedor,
qué tristeza
las estrellas estrelladas.
Te lloramos, Diego, estamos llorando
porque queremos ser ese pueblo mojado y feliz de bailar con vos otra vez.