En la mañana del viernes 11, instantes después de la aprobación de la media sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, me atrapó la imagen de Martha Rosenberg levantando literalmente la bandera del aborto ante el Congreso, desde el escenario central de la Campaña por el Aborto Seguro, Legal y Gratuito. Una bandera verde, grande, que se veía pesada. Me pregunté qué sentiría Rosenberg, a los 84 años y con una vida entera dedicada a sostener esa bandera, en ese momento, mirando de frente a miles y miles de chicas vestidas de verde que cantaban a gritos “Aborto legal en el hospital”. La respuesta llegó unos días después, en una entrevista publicada por Verónica Gago en Página/12 con la excusa del lanzamiento del libro Del aborto y otras interrupciones. Mujeres, psicoanálisis, política. Según cuenta Gago, Rosenberg se preguntaba qué ven en ella les jóvenes, niñas y adolescentes que le piden sacarse selfies en las marchas; esa pregunta la impulsó a reunir sus escritos de cinco décadas y la llevó a “elaborar una ‘satisfacción genealógica’”. Dice Gago: “Este es un concepto que [Rosenberg] lanza en esta entrevista y que se ajusta de maravillas a ese ejercicio de ‘autobiografía intelectual’ en el que inscribe su labor. Recorrer lugares y tópicos ya transitados, reponer lecturas vividas, recolectar debates lanzados y, al mismo tiempo, disponerlos al hoy, donde las condiciones de audibilidad son otras, donde los sueños compartidos son más extensos. Esa satisfacción genealógica no se da ‘bajo la figura del dedito levantado: te lo dije’, como quien viene a certificar que no hay nada nuevo bajo el sol. Sino, por el contrario, con la generosidad de quien, desde dentro de la marea, se sorprende cuando la verdad por la que lucha hace tanto tiempo toma cuerpo desmesurado y multitudinario.”
Satisfacción, sorpresa, desmesura. “El glitter para mí es un misterio”, dice Rosenberg.