La Legislatura de Chubut iba a discutir el viernes 5 un proyecto de ley de rezonificación (N17P05) para habilitar la megaminería en el 60% de la provincia. Pero no. “La Comisión de Receso resuelve dejar sin efecto la convocatoria a sesión extraordinaria solicitada por el Poder Ejecutivo”, detalla el acta; “no se dispuso del tiempo suficiente para llegar al día y horario de la sesión con el trabajo realizado y consensuado”. Es una victoria parcial del ChubutAGUAzo, el movimiento que defiende el agua como bien común.
Chubut es un caso de estudio: el movimiento No a la mina, de Esquel, logró en 2003 la ley 5001, que prohíbe la minería a cielo abierto en la provincia. Pero el gobernador Mariano Arcioni, que llegó a su cargo haciendo campaña contra la minería, hoy promueve que Pan American Silver explote plata en la Meseta Central, cerca de los pueblos de Gastre y Telsen, usando cuencas de agua subterráneas. En noviembre, miles de chubutenses salieron con pancartas que decían “No es no”, “El agua vale más que el oro” (el lema de 2003) y “No tienen licencia social” (N13P02). Pero no alcanzó. Entonces llegó el ChubutAGUAzo, un hashtag redondo que se multiplica en las calles y en las redes.
El primer #ChubutAGUAzo se vio enTwitter el 10 de noviembre. Arrancó la abogada ambientalista Silvia de los Santos; un rato después, la Asamblea en Defensa del Territorio (Puerto Madryn) levantaba el hashtag y lo hacía ondear. Hasta entonces se usaba #Chubutazo, pero cuando algo es mejor, es mejor.
El 21 de enero, Alberto Fernández avaló explícitamente la mina. Ante esto, Carlos Linares, presidente del PJ de Chubut, pidió un debate con “la universidad y el CONICET”. Directores de siete institutos del Centro Nacional Patagónico de CONICET publicaron una declaración el jueves: “La megaminería representa un escenario de amenaza, frente a un sistema ambiental vulnerable que cobra especial relevancia cuando se trata de una provincia donde los recursos hídricos superficiales son escasos”.
Categoría: número 23 (las guerras del agua)
2. Hidrovía
Hace años un amigo me dijo: el Amazonas es una autopista.
Lo mismo pasa con el Paraná y el Paraguay, rebautizados para fines comerciales como “la Hidrovía”: “un corredor natural de transporte fluvial de más de 3.400 kms.”, que “permite la navegación entre los puertos de Argentina, Brasil, Bolivia Paraguay y Uruguay”. Este nombre se mimetiza con Hidrovía S.A., una empresa con la concesión de 820 kilómetros navegables, desde Confluencia (Corrientes) hasta Montevideo.
Cada año, 4600 barcos mueven 125 millones de toneladas por el Paraná. Llevan granos, traen repuestos. ”Por ahí respiran el país productivo y el agronegocio”, dice Diego Genoud. “De ese puente con el exterior depende casi por completo el ingreso de dólares”.
Una autopista hay que mantenerla: dragar 33 millones de metros cúbicos, algo solo comparable al Mississippi o al río Amarillo de China (los dos, de gestión estatal). Aquí el dragado lleva 25 años en manos de la empresa belga Jan de Nul, y el balizamiento, de la argentina Emepa, de Gabriel Romero. Esa concesión, creada en 1995 por Carlos Menem y prorrogada por Cristina Fernández, factura 200 millones de dólares por año en peajes al 80 por ciento de la exportación agrícola argentina. Y vence el próximo 30 de abril.
En agosto, el presidente había anunciado que se crearía una empresa estatal para manejar la hidrovía junto a las provincias involucradas. Pero en noviembre, un decreto autorizó a volver a llamar a licitación; esta semana, el ministro de Transporte, Mario Meoni, dijo que los pliegos estarán en diez días. Dice Iván Schargrodsky en su newsletter OffTheRecord que en el medio “pasó algo que nadie sabe precisar del todo bien”.
“Los beneficios directos de la Hidrovía son primordialmente económicos y se concentran entre un número relativamente pequeño de actores, mientras que los costos ambientales se harán visibles a futuro y se distribuyen entre la población local más vulnerable”, asegura un informe de Wetlands International. La Ley de Humedales sigue esperando.
3. Yaku
“Este 7 de febrero los ecuatorianos seremos un torrente imparable para conseguir un gobierno del pueblo”, dice el tuit fijado de Yaku Pérez, junto a un video de agua: ríos, arroyos, gotas, glaciares. Pérez se presenta en su bio como “Kañari kichwa, músico, Defensor del agua, Dr en jurisprudencia, escritor, Presidente @CAOIandina. ExPrefecto del Azuay. Candidato a la presidencia del Ecuador”. Las encuestas le auguran un 16 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de mañana: un tercer puesto, que lo dejaría fuera de carrera pero lo convertiría en un aliado imprescindible para la segunda vuelta. Un defensor del agua con peso político, que hace campaña prometiendo la conservación de la Pachamama.
Nació en 1969 como Carlos Ranulfo Pérez Guartambel. Presidió la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa (ECUARUNARI) de 2013 a 2019, y la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas desde 2017. Con esos cargos, algo cambió en él; lo llama su “proceso de decolonización epistemológica”. “Empecé a reflexionar y dije: yo Carlos. Pero Carlos son solo los santos y los reyes… Yo rey no soy ni seré jamás… tampoco soy santo…” El 8 de agosto de 2017, en el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, cambió su nombre por Yaku Sacha, que significa “agua del monte” en quechua. “Pedí permiso a la Pachamama y a mi mamá”, dijo.
En 2019 se postuló a prefecto (gobernador) de Azuay por el partido indígena Pachakutik y ganó las elecciones. Propuso una “prefectura del agua” e impulsó una consulta popular para prohibir la minería; anunció una minga de reforestación y promovió el transporte en “bambubici”. También se bajó su sueldo a la mitad y prohibió las bolsas de plástico.
“Por el agua he estado cinco veces preso y creo firmemente que la defensa del agua es la defensa de la vida”, dijo. “Lo menos que podía hacer es identificarme con este nombre”. En quechua se habla de “yaku mama”, madre agua.
4. Embarazado
Las identidades, parece decir Yaku, también fluyen. No se es siempre la misma persona (¿la misma que qué?). Él le pidió permiso a su mamá y cambió el nombre que ella le había asignado. Alguna vez escuché que hay culturas que no nombran a quienes nacen, porque aún no se sabe cómo -o qué- son, serán.
A Franco Di Pietro su familia lo llamó con otro nombre, uno de mujer, asociado a sus genitales femeninos. A Hannah Palacios su familia la llamó con otro nombre, por sus genitales masculinos. Franco y Hannah no se sentían a gusto y cambiaron su identidad de género, como otras miles de personas trans. Después se conocieron y se enamoraron. Quisieron tener un bebé, y Franco suspendió su tratamiento hormonal con testosterona. “No pensé que iba a tener que ser yo el cuerpo gestante, porque si hubiera sido con una mujer cisgénero estaba la posibilidad de la inseminación y que gestara ella. Pero bueno, me enamoré de Hannah, surgió, vimos que era posible y le dimos para adelante”, dijo Franco a Télam.
“Yo a veces digo que voy a ser mamá y alguna gente me responde ‘no, vas a ser papá’. Incluso dentro del mismo ambiente, cuando digo ‘es mi marido y está embarazado’ me dicen ‘¿pero vos no te hiciste trans porque te gustan los hombres cisgénero?’. Y ahí yo les explico que no pasa por los genitales, pero la gente todavía está muy cerrada”, dijo Hannah.
“Salió biológicamente varón y le pensamos un nombre masculino, Facundo Gabriel; pero si en el futuro se quiere llamar Macarena o Brenda y ponerse un vestido, le vamos a apoyar”, dijo Franco.
“Qué lindo nombre. ¿Te lo eligió tu mamá?”, dice este meme firmado por Transgender Gang.
5. Posperiodismo
“Ahora las noticias buscaban al lector, en vez de al revés. Hoy, nadie de menos de 85 años buscaría las noticias en un periódico. En esas circunstancias, ¿qué bien se podía poner a la venta? En la campaña presidencial de 2016, el Times tropezó con una posible respuesta. Implica un desgarrador giro desde un periodismo de los hechos a un ´posperiodismo´ de opinión –un término acuñado, en su libro de ese título, por el estudioso de los medios Andrey Mir. En vez de noticias, el periódico empezó a vender lo que era, en realidad, una agenda, a una congregación de almas de mentalidad similar. ´El posperiodismo mezcla las intenciones ideológicas abiertas con una oculta necesidad empresarial para sobrevivir´, observa Mir. El nuevo modelo de negocio requería un nuevo tipo de información. Su lenguaje buscaba modificar la polarización y la amenaza: los periodistas debían ´asustar a la audiencia para que donara’.” Jerry A. Coyne cita a Martin Gurri; lo tradujo Letras Libres con el título “Las noticias en la era del posperiodismo”. El libro de Mir se llama Posperiodismo y la muerte de los diarios.. Otro artículo de Mir: Posperiodismo: de ‘el mundo como es’ a ‘el mundo como debería ser’. Esa noción de posperiodismo roza así el mediactivismo, como notó Mariana Fossatti.
En 2009, Santiago O’Donnell decía en Página/12: “Vivimos tiempos de posperiodismo, o de periodismo moribundo. De información que se atomiza mientras los medios masivos se concentran en manos de grandes grupos económicos. La comunicación corporativa, más o menos sutil, ha tomado por asalto el espacio público.”
Hay visiones menos oscuras, que entienden al posperiodismo no como una decadencia sino como un renacer en otro escenario, como el Manifiesto posperiodístico de Bernardo Gutiérrez (2012). Entre otras cosas, sostiene: “Seleccionar el contenido relevante en la infoesfera de la sobreabundancia será una de sus principales tareas del posperiodista.”
6. Newsletters
El viernes 29, el grupo periodístico chileno COPESA anunció que el diario La Cuarta y las revistas Paula y Más Deco dejarían de salir en papel, y que el diario La Tercera ljmitaría su edición impresa a los sábados y domingos; 230 periodistas quedaron sin trabajo. Está difícil el periodismo industrial.
En cambio, los newsletters están en alza. No lo digo yo. Forbes anunció que está lanzando una gran plataforma “que permitirá a periodistas lanzar sus propios newsletters pagos y dividir las ganancias con la editorial”. Miti miti. A cambio, reciben “todo el marketing, el apoyo editorial y los beneficios salariales de ser parte de la redacción de Forbes”, con “suficiente independencia editorial para asegurar que sus audiencias les sigan”. También recibirían “una tajada” de la publicidad.
Muches periodistas se pasaron a los newsletters en 2020, en general a través de la plataforma Substack. “Un newsletter pago da los incentivos correctos a quien escribe, porque no se trata de jugar con el algoritmo de Google o de Facebook”, dice Judd Legum. El 26 de enero, Twitter anunció que compró la plataforma de newsletters Revue. Tres días después, se supo que Facebook está trabajando en una herramienta para newsletters. El cofundador de Substack, Hamish McKenzie, se burló: “Exxon anuncia energía solar”. No falta mucho.
“Leés en tu bandeja de entrada. No hay feeds que maximicen la adicción. Decidís qué información poner en tu cerebro en base a en quiénes confiás, no a un golpe de dopamina”, dijo McKenzie sobre los newsletters. “En Substack, quienes escriben triunfan cuando quienes leen sienten que su confianza es premiada. Hay más de 500 mil suscripciones pagas, y les autores del top ten ganan entre todes más de 15 millones de dólares por año. Es el comienzo, pero esto está pasando”.
Ojalá, Hamish.
7. Brumadinho
El jueves, el gobierno de Minas Gerais cerró una negociación con la minera Vale, que se comprometió a pagar unos 6800 millones de dólares al estado como resarcimiento por el derrame tóxico de Brumadinho, el peor crimen socioambiental de la historia de Brasil. Fuera del tribunal, en Belo Horizonte, cientos de personas protestaban porque la negociación se realizó a espaldas de las víctimas directas. La ruptura de la represa de la mina Córrego de Feijão mató a 270 personas y contaminó 300 kilómetros del río Paraopeba.
Fue el 25 de enero de 2019, a la hora del almuerzo. Uno de los diques de residuos de la mina -que producía hierro- se rompió. Las sirenas de emergencia no sonaron. Una ola inmensa de barro tóxico a setenta kilómetros por hora arrasó con el comedor de empleados y toda el área administrativa, y llegó rápidamente a Vila Ferteco, a un kilómetro (video, si te animás). Al principio se habló de cuatro muertos y 200 desaparecidos; durante semanas se sacaron cadáveres del lodo, y algunos no se encontraron jamás. A las 15 horas del derrame, el barro llegó al río Paraopeba; los residuos del hierro inhabilitaron el consumo de agua, la pesca y la agricultura.
Esto ocurrió tres años después y a 127 kilómetros de la tragedia de Mariana, también en Minas Gerais y a cargo de Vale, considerado el peor desastre ambiental de Brasil: 19 muertes, destrucción del pueblo de Bento Rodrigues y daños permanentes a la cuenca de los ríos Doce y Espirito Santo, y al mar.
Qué pesado nacer en un territorio que fue nombrado por sus conquistadores, sin ningún prurito, Minas Generales. La minería del estado aporta el 8% de las exportaciones de Brasil. Vale fue fundada como empresa pública brasileña en 1942 y privatizada en 1997. Es la mayor productora de mineral de hierro del mundo y la segunda de níquel. Tras el acuerdo, sus acciones subieron un 3 por ciento.
En la apertura de las sesiones legislativas, Bolsonaro pidió que se permita la minería en tierras indígenas.
8. Nornickel
Mientras tanto en Krasnoiarsk, Siberia, la minera Nornickel (hasta 2016 Norilsk Nickel) fue condenada a pagar unos 1925 millones de dólares -casi el triple que Vale- como multa por contaminar el Ártico con combustible. Es una multa récord en Rusia en un caso ambiental. “La escala del daño en el Ártico no tiene precedentes (en el Financial Times decía “unprecedented”, N09P06). La multa es proporcional”, dijo el ministro de Ecología, Dmitry Kobylkin. Y la comparó con la de Exxon Valdez en Alaska (1989), de más de 50 mil millones.
Nornickel es el primer productor en el mundo de níquel y paladio. Su accionista principal y presidente es Vladimir Potanin, el hombre más rico de Rusia y número 48 en el ránking mundial de Forbes. El 29 de mayo, un tanque de diesel se rompió en la planta de energía termal número 3 de Norilsk-Taimyr, en Siberia. Unas veinte mil toneladas de combustible se vertieron en los ríos Ambarnaya y Daldykan, que desaguan en el Océano Ártico. Según los medios rusos, fue el segundo derrame de combustible más grande de la historia rusa, después del desastre de Komi en 1994. Putin declaró el estado de emergencia (y se calentó porque se había enterado por redes sociales). Se calcula que la pesca (o más bien los peces) tardarán décadas en recuperarse.
Parece que el tanque se agujereó por corrosión, y que por lo tanto hubo negligencia de parte de la empresa, ya que la agencia rusa de vigilancia del medio ambiente, Rosprirodnadzor, le había ordenado en 2014 limpiar el óxido. La empresa lo negó y alegó que el tanque se había roto por culpa del derretimiento del permafrost, a su vez culpa del cambio climático. Greenpeace Rusia dijo que la empresa no podía ignorar los peligros de operar sobre el permafrost, donde desde hace años se abren cráteres (N03P01) gigantes; un estudio publicado en Nature en 2018 dice que el 45 por ciento de las operaciones de extracción de hidrocarburos ya está en peligro.
No sé cuál versión me da más miedo.
9. Envenenador de calzoncillos
Hay que tener cuidado con el agua en Siberia; mirá lo que le pasó al pobre Navalny (N21P07), que se tomó un tecito en el aeropuerto Tomsk y casi no la cuenta: horas después entró en coma, intoxicado con Novichok (N02P05). Aunque ahora parece que el veneno no estaba en el té, sino en los calzones de Navalny; más específicamente, en la bragueta. Sutil.
El martes, Navalny compareció ante la justicia rusa dentro de una jaula de vidrio. Se lo acusaba de violar la libertad condicional mientras estuvo en coma en Alemania, tras una causa por fraude de 2014. “La razón por la que todo ocurrió es el odio y el miedo de un hombre, un hombre escondido en un búnker. Lo ofendí mortalmente al sobrevivir a un atentado contra mi vida que él ordenó”, dijo Navalny. “El asesinato es la única forma que conoce de luchar. Pasará a la historia como un simple envenenador. Todos recordamos a Alejandro el Libertador y a Yaroslav el Sabio. Pues bien, ahora tendremos a Vladimir el Envenenador de Calzoncillos”.
El mismo Navalny había averiguado este dato de color: se lo sacó de mentira a verdad a Konstantin Kudryavtsev, un agente de la FSB (Servicio Federal de Seguridad ruso, ex KGB) involucrado en la operación. Navalny había obtenido su nombre a partir de una investigación conjunta entre Bellingcat, CNN y Der Spiegel; el 14 de diciembre, todavía desde Berlín, llamó a Kudryavtsev y se hizo pasar por un superior. Y el agente le contó los detalles de cómo envenenaron su ropa (hasta recordó el color de los calzones).
Ya quiero ver la serie. Por ahora, tenemos los memes: acá, acá, acá, acá, acá.
Putin dijo que si hubieran querido envenenar a Navalny, estaría muerto.
El martes la justicia rusa condenó a Navalny a 32 meses de prisión.
10. YInMn
YInMn es un nuevo azul (y no es el de los calzones de Navalny). Lo venden como el primer azul descubierto en más de 200 años, desde el cobalto. Pero momento: los azules no se descubren, son un continuum. Lo que hay ahora es un nuevo pigmento disponible comercialmente. Un pigmento: “Un material que cambia el color de la luz que refleja o transmite como resultado de la absorción selectiva de la luz según su longitud de onda”. Una cosa física con una composición química particular que produce el efecto visual de un color. En este caso, es itrio (Y), indio (In) y manganeso (Mn). De las letras que identifican los elementos sacaron el nombre, como si fuera un autoservicio de pueblo. Hay que conceder que suena misteriosamente oriental, como el nombre de una dinastía con jarrones (azules).
Aquí muestran cómo lo hacen; lo llaman azul YinMin u Oregon, y le ponen -oh- música de cliché chino.
Fue descubierto por casualidad, el cliché de la serendipia: un científico en un laboratorio busca una cosa y encuentra otra (es el caso de la famosa pastillita azul, el Viagra). Le pasó a un químico de la Universidad de Oregon, Mas Subramanian (¡qué nombre maravilloso! Munirpallam Appadorai Subramanian, en realidad) y a su entonces alumno Andrew Smith. Estaban calentando óxido de manganeso a 1200 grados, buscando materiales para electrónica, cuando dieron con un color nunca visto. Aquí lo cuenta Mas: “A new colour comes out of the blue”.
Fue en 2009; en 2012, la universidad patentó el pigmento (!). En 2016, Shepherd Company compró la licencia para producirlo. En 2017, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos lo aprobó para uso industrial; Crayola lo usó en un nuevo crayón, que llamó Bluetiful; pero no llegaban las pinturas para artistas, y brotó el mercado negro del azul en Etsy.
Recién en mayo se aprobó para uso general; en julio se empezó a producirlo a demanda.
Cuesta seis veces más que otros colores: 179,40 dólares por un tubito de 40 mililitros. Quien quiere azul, qué tul.