1. Enfriamiento social

“Así como el petróleo lleva al calentamiento global, los datos llevan al enfriamiento social”, sostiene Tijmen Schep en Enfriamientosocial.com. “Si sientes que estás siendo observado, cambias tu comportamiento. El Big Data está sobrealimentando este efecto. Esto podría limitar tu deseo de asumir riesgos o ejercer la libertad de expresión. A largo plazo, estos ‘efectos paralizantes’ podrían ‘enfriar’ a la sociedad”. Detalla cómo cada dato va conformando una reputación digital, y cómo las personas van notando que esto podría afectar su futuro, como en el sistema de scoring social chino. Para Schep, la “nueva normalidad” trae conformismo, autocensura y aversión al riesgo. Para evitar problemas, mejor no decir nada, como en las reuniones por Zoom. 
“Los datos son el nuevo petróleo, y están dañando el ambiente social. Necesitamos proteger el derecho a cometer errores”, cierra Schep. “La privacidad es el derecho a ser humanos”. 
Nunca antes nos habíamos sabido observades todo el tiempo, toda la vida en la vidriera. 
Decía Tamara Tenembaum el domingo: “En la economía de la atención, vivimos del ruido pero también lo sufrimos. Para ganarnos la vida necesitamos ser visibles (…) No solamente nos autocensuramos ciertas cosas en las redes, sino que ese mismo armado de un personaje correcto, esa búsqueda de gustar, termina permeando todas nuestras intervenciones. (…) Recuerdo el miedo que sentimos muchos de los que damos clases en la universidad cuando supimos que las clases que dábamos por internet iban a quedar grabadas. (…). Necesitamos producir espacios en los que esa separación entre lo privado y lo público se pueda sostener, en los que podamos jugar a sostener una idea peligrosa por un rato sin tener miedo de que la identifiquen con nuestras convicciones más íntimas. Cuanto más relevante sea dicho espacio en la economía de la atención, más difícil va a ser. Todo indica que no se puede tener las dos cosas, (…) la notoriedad y la confianza, los clics y el diálogo.”
 

2. Identidad musical digital

Sí ya sé, no es una palabra, son tres. Perdón. Seguro que en alemán puede decirse en una sola.
“Yo no tengo un nuevo álbum, alguien me hackeó mis cuentas de música, yo no hice esa música, que le vaya bien a quien tiene mi cuenta secuestrada, que la disfrute mientras pueda, pero no, El Taíno, no es hecho por mi, la persona está usurpando mi identidad musical digital”, tuiteó la artista colombiana Lido Pimienta en la medianoche del miércoles. Fue apenas tres días después de tocar su tema “Eso que tú haces” en la ceremonia de los premios Grammy, donde estaba nominada por primera vez por su álbum Miss Colombia.
Al parecer, en varias plataformas de streaming salía el disco “El Taíno” a su nombre. De hecho, en Spotify sigue ahí, a nombre de “Lido Pimienta”, pero: no asociado al perfil de esa Lido Pimienta. Funcionan como artistas homónimos. Es casi lo opuesto a una violación de copyright. En YouTube ya aparece a nombre de “Various Artists”, aunque en la información adicional dice “Lido Pimienta”.
Dijo la artista en otro tuit: “Mi arte es todo lo que tengo. Escuchen (“stream”) mi música, omitan (“skip”) al impostor”. Periodistas y fans se sumaron: “El Taíno no es de ella, por favor no lo escuchen” (en realidad, “don’t stream it”). 
Pero… a mí me gustó el disco apócrifo. Lo robado, más que una identidad, es una marca, en una maniobra para conseguir difusión que logró, por ahora, la escucha de apenas 1217 personas. Bienvenides una vez más a la economía de la atención: lo que se roba son las audiencias. Sería genial resolver el entuerto sin perjudicarnos. 
En Twitter, un fan recomienda a Lido que use blockchain para sus canciones.

 

3. CryptoKicks

¿Alguien dijo NFT? Desde el sábado, cuando hablamos de criptocoleccionables (N28P01), la bola de nieve de los non fungible tokens no paró de crecer. Todo lo sólido se desvanece en el aire y se convierte en una cadena de bloques; lo único que no se disuelve, parece, son las ganas de poseer, de comprar, de vender. Y la belleza de los activos digitales es que no precisan fábricas. Sí “mano de obra”, sobre teclados y a puro bit; pero no hay insumos, logística, depósitos ni más bienes de capital que las computadoras, oh máquinas totales. (Lo que hay es consumo energético a lo pavote: el bitcoin chupa más energía que toda la Argentina, pero esa es otra discusión). 
Ok, CryptoKicks: el NFT de Nike. Zapatillas virtuales, porque por qué no. Porque toda empresa es una empresa de tecnología
Ni siquiera es una novedad: Nike las patentó el 10 de diciembre de 2019, mientras Alberto Fernández asumía ante una multitud sin barbijo, unos días-siglos antes de la sopa de murciélago. Pero recién ahora está madura la conversación -y el mercado-.
“El 27 de febrero salió a la venta un trío de zapatillas que parecían garabatos de las Air Force Ones: una colaboración entre el estudio de diseño Rtfkt y Fewocious, un artista digital de 18 años”, contaba el lunes The Wall Street Journal. Vendieron 621 pares en siete minutos, por 3,1 millones de dólares. “Lo que es verdaderamente notable es que las zapatillas de Rtfkt no se pueden usar. Ni siquiera se pueden tocar o sostener”, decía el periodista Jacob Gallagher. “Ser propietario de una NFT no significa que tengas los derechos de autor de un determinado activo, pero sí te otorga el derecho a presumir.”
Lo de las CryptoKicks de Nike es aun más ambicioso: implicaría “una relación uno a uno entre el armario de casa y el armario digital”, donde “los clientes reciben una versión virtual de una zapatilla cuando la compran’”, dice Gallagher. Pero aclara: “Esta tecnología aún no se desplegó”. Comprar el derecho a presumir, así en la calle como en la web.  
 

4. Aerosoles

Bueno, no todo todo se desvanece en el aire. Los virus quedan. Un año de pandemia y todavía casi no se habla de los aerosoles, una de las mayores vías de transmisión del COVID-19; las otras dos son las gotículas y (muy muy minoritaria) las superficies. 
Las gotículas son el spray de la saliva que puede alcanzar a una persona si otra habla, canta, tose o estornuda muy cerca; con mantener dos metros de distancia suele alcanzar para evitarlas. Parece fácil, porque sentimos que los proyectiles de saliva se “ven”, o casi. Pero los aerosoles son otra cosa: están en el aire, en espacios cerrados. Esto explica por qué, si nos pasamos un año desinfectando a lo loco cada paquete de arroz, sacándonos los zapatos al llegar a casa, usando barbijo y manteniendo distancia (ponele), la pandemia sigue desbocada, incluso con la vacunación en marcha. 
Toda esta info circula hace rato: el 2 de febrero Nature sacó un editorial titulado “El coronavirus está en el aire – hay demasiado foco en las superficies”. Pero lo de “en el aire” es confuso. Yo tendía a pensar “las gotículas, ya sé”. Lo de los aerosoles recién me quedó claro leyendo a Jose-Luis Jiménez, español, profesor de Química en la Universidad de Colorado. Impulsa el hashtag #COVIDestáenelaire, equivalente del #COVIDisAirborne, en inglés, y promueve la medición de dióxido de carbono (“aire exhalado”) en todos los espacios cerrados para controlar si la ventilación es adecuada, desde la iniciativa Aireamos. “Recomendamos que haya la ventilación necesaria para que haya menos de 700 partes por millón de dióxido de carbono”, explica en esta breve entrevista. La otra medida que recomienda es el barbijo bien ajustado: “por un hueco del 2% del area de la mascarilla pasa el 50% del aire sin filtrar”. En Argentina, el físico Jorge Aliaga trabaja en la misma línea; para eso diseñó un medidor de dióxido de carbono abierto, replicable de manera simple y de bajo costo, con materiales accesibles en el país. Gracias.
 

5. Covidiota

Esta ya está cumpliendo un año, pero recién me la crucé esta semana. Hacen lo que quieren las palabras. Me llamó la atención que -como tantas- cambia su sentido según quién la diga: otra vez Humpty-Dumpty
La acepción que más se encuentra es la que recogió el suplemento Verne de El País el 8 de abril: “Tanto en inglés (covidiot) como en español (covidiota) la palabra lleva al menos diez días designando a aquel que, en estas circunstancias sin duda trágicas, comete irresponsabilidades que perjudican a los demás: ignora la distancia social, extiende bulos, acapara por encima de sus necesidades… De hecho, la cuenta de Twitter de The New York Times @NYT_first_said, que registra las palabras que aparecen por primera vez en este periódico, documentó covidiots el 4 de abril”. Y tardaron: el Urban Dictionary ya la había registrado el 16 de marzo. La definía así: “Alguien que ignora las advertencias en relación a la salud pública o la seguridad. Una persona que acapara bienes, negándoselos a sus vecines”. Ahí nomás, el 25 de abril, la editorial española Farraguas publicó El Manual del Covidiota, un libro humorístico de 44 páginas de Jorge de Juan. 
En México el término ganó popularidad hacia diciembre, cuando se hablaba de covidiotas en fiestas;  hoy sale mucho en tuits como “Quiero ser covidiota e irme a la playa 😭😭😭”. Pero también hay usos que invierten la dirección del filo. Por ejemplo, en este diálogo: “Lo que dicen los covidiotas: ‘la pandemia no existe, es una creación del gobierno’”, dice un tuit; y otro responde “Pues no es del gobierno es de la OMS. La covidiota eres tú por creerte todo lo que te dicen”. El covidiota eres tú, siguiendo a Becquer y a Las Tesis. O, como decía este comentario al Manual del Covidiota: “Covidiotas son los demás, pero si no te reconoces en alguno de los lugares comunes que detalla este manual es porque habrás caído en casi todos”.
Esas palabras son del 12 de mayo. Qué largo viene esto.
 

6. Magufuli

John Magufuli, presidente de Tanzania, de 61 años, murió el miércoles de complicaciones cardíacas en un hospital de Dar es Salaam. Así lo anunció la entonces vice Samia Suluhu Hassan, que hoy es la primera presidenta de Tanzania. No dio más detalles. Magufuli llevaba 18 días sin aparecer en público, y la oposición decía que estaba enfermo de COVID. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que fue el mayor negacionista de la pandemia entre quienes gobiernan los 192 países del mundo. Al lado de Magufuli, Bolsonaro, el de la gripezinha, es casi un sanitarista: por lo menos en Brasil hay testeos, vacunas y estadísticas. Nada de eso hay en Tanzania, donde no se sabe nada de la situación sanitaria: los últimos números oficiales, de mayo, dan 509 contagios y 21 muertes. Magufuli se burlaba de los barbijos, ponía en duda la eficacia de los tests y se negó a comprar vacunas. Llamaba al COVID “un demonio“, e incitaba a la población a combatirlo rezando: “no puede sobrevivir en el cuerpo de Cristo”, decía. En junio declaró al país “libre de COVID”, y dijo que habían erradicado la pandemia con tres días de plegarias a nivel nacional. Que en paz descanse.
 

7. Asesino

“Usted conoce a Vladimir Putin. ¿Cree que es un asesino?”, le preguntó el periodista George Stephanopoulos a Joe Biden, en una entrevista por el canal ABC News. “Hhhmm, lo creo”, contestó el presidente de Estados Unidos. 
Putin respondió el jueves. Le deseó a Putin “buena salud”. Y después dijo algo con lo que hay controversias en la traducción. Esta es la versión del New York Times:“”Cuando era niño, cuando discutíamos en el patio, decíamos lo siguiente: ‘Si insultás a alguien, ése es realmente tu nombre'”, dijo el Sr. Putin, citando una rima escolar rusa. “Cuando caracterizamos a otras personas, o incluso cuando caracterizamos a otros estados, a otras personas, es siempre como si nos estuviéramos mirando en el espejo””. Bastante parecido a lo que se decía en los patios de las infancias argentinas: Espejito rebotín, El que lo dice lo es. 
 

8. Nord Stream 2

El viernes, en en Radio con Vos, el periodista Ignacio Hutin señaló que detrás de la pirotecnia verbal de Biden y Putin late el Nord Stream 2, la segunda parte -en construcción- del megagasoducto con el que Rusia provee de gas a media Europa. El Nord Stream (1) corre debajo del mar Báltico, desde Vyborg (Rusia) hasta Greifswald (Alemania), desde 2011; el accionista mayoritario es la empresa estatal rusa Gazprom. El Nord Stream 2, también controlado por Gazprom, permitirá -permitiriola- duplicar la provisión de gas ruso a Alemania. La construcción involucra 11 mil millones de dólares. 
Después de la respuesta de Putin, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, llamó a todas las organizaciones involucradas en la construcción del Nord Stream 2 a “retirarse inmediatamente” o enfrentar sanciones de Estados Unidos. Estas sanciones están previstas en una ley aprobada en 2019 y extendida en 2020. “Nord Stream 2 es un mal negocio -para Alemania, para Ucrania y para nuestros aliados y socios de Europa Central y del Este”, aseguró. Y hay más: lo llamó “un proyecto geopolítico ruso destinado a dividir Europa y debilitar la seguridad energética europea”. Aseguró que el Departamento de Estado “vigila los esfuerzos para completar el gasoducto Nord Stream 2 y está evaluando información sobre las entidades que parecen estar involucradas”, y reiteró que “cualquier entidad involucrada en el gasoducto Nord Stream 2 se arriesga a sanciones estadounidenses y deberá abandonar inmediatamente el trabajo en el gasoducto”. Hay que decirle eso en su cara a Angela Merkel, eh. Igual, las relaciones de Alemania con Rusia tampoco están en su mejor momento: basta recordar a Navalny (N01P05, N21P07, N23P09).
 

9. Marielle

El domingo se cumplieron tres años de la noche en que Marielle Franco, concejala de Río de Janeiro, autodefinida como “mujer feminista, negra e hija de la favela”, fue ejecutada de cuatro tiros en la cabeza junto a su chofer Anderson Gomes, dentro del auto en el que viajaban. 
En marzo de 2019, se procesó a dos imputados: Ronnie Lessa (sargento retirado de la Policía Militar), acusado de haber disparado, y Élcio Queirós, acusado de conducir el auto. Según trascendió en octubre de 2019, Lessa vivía en el mismo condominio que Bolsonaro en 2018, y Queirós habría estado allí unas horas antes del asesinato. 
Franco denunciaba la connivencia de la policía con el narcotráfico. Cuatro días antes, Franco había denunciado a policías del 41.º Batallón de Policía Militar por abusos de autoridad contra los habitantes de la favela de Acari. En uno de sus últimos tuits preguntaba: “¿Cuántos más deben morir para que acabe esta guerra?”. Hoy se le suma otra pregunta: ¿Quién mandó matar a Marielle? 
 

10. ‘Oumuamua

ʻOumuamua ʻOumuamua ʻOumuamua ʻOumuamua ou, cantaban Los Piojos. Ok, pésimo chiste, perdón.
Una galleta gigante recorre el espacio. ʻOumuamua es el primer objeto objeto interestelar, externo al sistema solar, que se detecta cruzándolo. Literalmente un enigma de otro mundo. En forma de galleta o tortita, dicen en un paper publicado el martes Steven J. Desch y Alan Jackson, del Advancing Earth and Space Science (AGU) de la Universidad de Arizona. 
El primero en verlo fue Robert Weryk, desde el telescopio Pan-STARRS de la Universidad de Hawai, en 2017; lo registró alargado, como un cigarro de entre cien y mil metros. ¿Era un cometa? ¿Un asteroide? ¿O una sonda enviada por otra civilización para explorar nuestro sistema solar, como postulaba el director del departamento de Astronomía de Harvard, Avi Loeb? Según el nuevo estudio, mide 45 x 44 x 7,5 metros: un cuarto de manzana. Dice Jackson que el sol lo derritió, y que seguirá adelgazándose, “como un pedazo de jabón”. En el segundo paper de este martes, sostienen que es un fragmento congelado de exoplaneta hecho de nitrógeno, algo así como un pedacito de un Plutón de otro sistema solar. Conjeturan que hace unos 500 millones de años un gran impacto habrá cortado un pedazo de un planeta helado con tanta fuerza que lo sacó de órbita y lo mandó a una vuelta por el universo.
Primero lo llamaron cometa C/2017 U1; después, asteroide A/2017 U1. Finalmente se creó ad hoc una nueva designación para los objetos interestelares: I. Como es el primero, se llama 1I, o 1I/2017 U1; más conocido como 1I/ʻOumuamua.  
Esta palabra fue elegida por el equipo del Pan-STARRS. Es hawaiana y significa “explorador” (de ʻou, ‘alcanzar’, y mua, reduplicado por énfasis, que significa ‘primero, antes de”​): “explorador enviado desde el más antiguo pasado para llegar a la humanidad”; o “primer mensajero distante”. Se había sugerido llamarlo Rama, por la nave extraterrestre de Cita con Rama, la novela de Arthur C. Clarke. Aguante la ficción, exploradora de mundos.