1. Supervivencia

“Todes somos supervivientes”, dijo el viernes Sebastián Russo, en el encuentro remoto La lengua conurbana, del Archivo de Intervención Semio-Conurbana ARISCO. Señalaba que el trap que se escucha en los trenes conurbanos tiene “un flow superviviente”: describía su inventiva, su viveza, su talento en varias capas, su fuerza argumentativa para ser picante pero no tanto como para espantar los aportes económicos, su belleza, su gracia. “Y esta supervivencia tiene que ver con mantenerse con vida, pero también con una vivencia fuera de lo ordinario: una vivencia súper”.
 

2. Sharía

Hace una semana escribía que los talibanes  (N49P07) estaban avanzando rápido y que se esperaba que tomaran Kabul antes del 11 de septiembre. Cuando me levanté ya se habían quemado los papeles. Enseguida vinieron las escenas de pánico y locura en el aeropuerto de Kabul. Y, para freaks como yo, la discusión acerca de “los talibán” vs “los talibanes” (dice Santiago Kalinowski que se castellaniza y punto; hay muches que hablan de “el Talibán”). 
Y pronto las fotos de talibanes y sus nombres, y la sharía, la ley islámica. “No hay nada de qué avergonzarse. La muerte es la sentencia. En la sociedad islámica, si la gente no deja que rija la ley islámica, hay que ejecutarla. El Islam protege las almas de las personas, primordialmente. Y con esta sentencia serás perdonado, y no se te hará responsable en la otra vida. Queremos lo mejor para las personas, debemos tener esa compasión para ellas. Con los homosexuales es igual: por compasión hay que eliminarlos, porque están contaminando a la sociedad”, explica con voz muy calma un talibán en este video
Leemos que cientos de miles tratan de escapar. “La sharía deja un considerable espacio para la interpretación”, explica el New York Times. “En el pasado, impusieron una sharía estricta que prohibía que las mujeres trabajaran fuera del hogar o salieran de casa sin la compañía de un varón, eliminaron la instrucción escolar para las niñas y golpeaban con latigazos a las personas que violaban el código moral del grupo. (…) Una interpretación de la sharía podría brindar extensos derechos a las mujeres, mientras que otra podría hacer que las mujeres queden con pocos. Los críticos han dicho que algunas de las restricciones de los talibanes a las mujeres con el pretexto de la ley islámica en realidad están fuera de los confines de la sharía.”
Mientras tanto, Charlie Hebdo acusa al gobierno de Qatar, dueño del París Saint-Germain donde juega Messi, de financiar a los talibanes. El FMI bloqueó los fondos para Afganistán. Esta foto sintetiza la situación.
 

3. Vacuguagua

“2 vacuguaguas del SCS acercan la vacunación contra la #COVID19 a la población de Gran Canaria y Tenerife. En esta acción itinerante 2 guaguas turísticas recorrerán ambas islas administrando vacunas a personas de más de 12 años (ya cumplidos)”, tuiteó el jueves la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias. La palabra la destacó Javier Salas, de la sección de Ciencia de El País, y a mí me la regaló Juan Eduardo Bonnin
“Guagua” significa distintas cosas según donde se diga. El Diccionario de Americanismos de la RAE registra al menos cinco acepciones, con sus formas y variantes. Hay más orden en el tradicional Diccionario de la Lengua Española, donde una primera acepción explica el uso de Canarias:
“Can., Ant. y Guin. Vehículo automotor que presta servicio urbano o interurbano en un itinerario fijo.”
“Como significado de omnibús o autobús de servicio urbano tiene su origen en Cuba. Guagua es el resultado de una adaptación fonética de la palabra inglesa waggon, que significa vagón. En Estados Unidos, las grandes carretas que viajaban hacia el oeste de este país eran llamadas de esta forma, así como los autobuses de tamaño medio empleados hoy en día para el transporte gratuito de personas”, se dice en Muy Interesante.
Pero en América del Sur el sentido es otro, la segunda acepción del DLERAE:
“guagua2 Del quechua wáwa. 1. f. Arg., Bol., Col., Ec. y Perú. Niño de pecho. En Ec., u. c. m. y f.” Y, por extensión -se dice en el diccionario de americanismos- niño en general, o incluso hijo.
O sea que la vacuguagua de Canarias lo es por partida doble: es el colectivo donde se vacuna a les niñes (desde 12 años en adelante). Un espacio, un tiempo y un estado. 
 

4. Amerizuela

Y hablando de americanismos, me gustó este hallazgo de Mauricio Corbalán: “me acabo de enterar que Amerizuela en USA se utiliza para los mismos propósitos que Argenzuela acá”. Hablaba de este tuit: “Esos salarios eran antes de que nos convirtiéramos en Amerizuela y empezáramos a imprimir dólares como hijos de puta”.
Como siempre, descubro que aquellas palabras que me resultan nuevas no lo son en absoluto: simplemente no las había visto. Esta circula incluso desde antes de que Joe Biden asumiera la presidencia de Estados Unidos, aunque desde su llegada todos los planes de asistencia social y gasto público provocan este epíteto en Twitter. Ni que hablar de la famosa frase “Páguenles más” que deslizó hace un tiempo. Pero la palabrita viene de mucho antes: del gobierno de Obama, allá lejos. En el primer tuit que encontré, del 6 de mayo de 2011, se dice: “Michelle, alejate de mis Big Macs! ¡Esta Casa Blanca nos está convirtiendo en Amerizuela! ¿Qué viene después, racionamiento de comida y duchas de tres minutos?”. En agosto de 2012, otro tuit hablaba de “Caracas Obama”, y decía que tenía “a Amerizuela en el cerebro”. Las menciones continúan en 2013 y 2014, y estallan en 2016, durante la campaña entre Donald Trump y Hillary Clinton.
Se me ocurrió buscar si hay también Mexizuela, Chilezuela, Peruzuela… sí, todas. 
Me causa gracia que -zuela se convierta en una suerte de sufijo que viene a significar un mix de socialismo, pobreza  y falta de libertades individuales, porque -zuela ya es, en sí mismo, un sufijo. Es diminutivo y un poco despectivo, como se ve en “mujerzuela”. Según se cuenta, en el año 1499 Alonso de Ojeda y Américo Vespucio quedaron impresionados por “las casas de los indios que estaban construidas sobre estacas, en medio del agua, recordando la ciudad de Venecia”, y por eso “denominaron el lugar Venezziola, luego Venezuela, o Pequeña Venecia”. Sufijos en movimiento: nadie tiene el sentido comprado.
 

5. Humedales

Todes escriben sobre carpinchos así que diré humedales, porque contrera y porque puedo; porque, como le expliqué a quien me dijo que se sentía “defraudado” por lo que consideraba una “omisión”, este es un ejercicio personal. Y porque en esta economía de la atención, redundar es una falta de respeto. (Resumen del carpinchogate, acá y acá; sumale huracán de memes y sobreinterpretación).
Vi un tuit que reivindicaba el derecho a hablar de los carpinchos porque el humor es importante, como para descansar un poco del bajón del cambio climático. Odio ser la aguafiestas que diga que los carpinchos de Nordelta son el cambio climático con patas. O, como mínimo, la crisis del antropoceno cortando la calle. Algo más que un meme bonito. 
Humedales: de esas palabras que no entiendo cómo me llegó tan tarde; no la recuerdo de la escuela. “Un humedal es una zona terrestre cuya superficie se inunda temporal o permanentemente. (…) [Son] grandes reservorios de biodiversidad, vitales para la preservación y regulación del agua”, explican les Jóvenes por el Clima en este hilo. “Tienen la capacidad de almacenar, filtrar y regular los flujos de agua (…) como verdaderos protectores de inundaciones o sequías”. Ilustran con un dibujito. “[Son] los mayores sumideros terrestres de dióxido de carbono del mundo. Las turberas almacenan el DOBLE de carbono que los bosques del mundo.” Explican que se redujeron un 35 por ciento en 45 años por la avanzada agroganadera y el desarrollo inmobiliario. 
Desde 2013 se presentan proyectos de ley para proteger los humedales en Argentina. Recién en 2020, cuando la ola de incendios aumentó la presión social, se logró dictamen en Diputados, pero no llegó a tratarse. El 12 salió de Rosario una travesía de 50 kayakistas que llegó a Buenos Aires el miércoles 18, y encabezó una masiva movilización convocada por la Multisectorial Humedales
“Vamos a cubrir la crisis ambiental como cubrimos el aborto”, me dijo hace poco una periodista amiga. Buena idea. Bienvenidos los memes: aquí mi favorito.
 

6. Capibara

Bienvenida también la colaboración interespecies. “Geniales los carpinchos en Nordelta justo hoy que se marcha por la #LeyDeHumedalesYa. Capibaras hacen justicia poética y se movilizan desde lo profundo del humedal, contra el frío cemento que lo amenaza”, tuiteó el 18 Mauro Fernández. 
La palabra capibara me gusta más. Igual tiene el mismo origen que carpincho: viene de kapi, “pasto” en guaraní. . 
“En Argentina se le llama en el norte capibara o capivara, y en el sur capiguara y carpincho”, dice Eduardo González Jiménez. “En Colombia es capibara en el Amazonas; dia-baj en Tucumo; capybara y julo en el Caquetá y en Guayabero; capibara y jesús en el Ariari Sur; chigüiro, tanacoa, pataseca, bocaeburro y culopando en la Intendencia del Arauca-Casanare; ponche y cabiari en el río Magdalena; y sancho en el Cauca. En Panamá se le llama poncho; en Paraguay, carpincho, capybara y capiguara; y en Perú, ronsoco, samanai y capibara. En Venezuela es conocido como chigüire, pero anteriormente recibía los nombres de capigua por los Caribes, capiba por los Tamanacos, kiato por los Manipures, chindó por los Yaruros y chindoco por los Guahibos”. En alemán y en holandés se dice “chancho de agua”. El nombre científico es Hydrochoerus hydrochaeris, literalmente cerdo de agua en giego.
“El nexo entre capital y política demostró que el extractivismo urbano —en este caso, claramente alineado al expansionismo del capital sobre los bienes comunes— se orienta a un lujo que enriquece a minorías (…). Esto, sin mencionar los derechos (aún) no reconocidos de las especies autóctonas que habitan la región”, dijo Mauro Fernández. “Los countries de la zona se han construido sobre humedales, alterando el flujo natural del agua y generando un impacto directo en los territorios que no gozan de la protección que, ante un Estado retraído, brinda el capital concentrado. (…) El carpincho resulta, entonces, un agente simbólico de la lucha entre lo común y lo privado.” Nunca menos.
 

7. Infraordinario

“Yo trabajo con el espacio local porque es lo que tengo en la mano y con eso tengo que hacer algo. Ese es mi compromiso. Mi compromiso está con el aquí y ahora, pero con la idea de que eso pueda llegar a ser universalizable. Yo creo que esto también me viene de la docencia, el compromiso son el aquí y ahora. Con el propio territorio, con la propia gente. Lo último que he venido escribiendo tiene que partir de algo concreto, de algo localizable, a partir de lo cual sí se irá al mundo. Lo local, para mí, no  es una opción estética sino que es lo inevitable. Y esto es lo que me gusta de lo pongiano: la cosa cotidiana, donde está el germen de lo fantástico, lo maravilloso. Perec también, porque no es la mirada turística del lugar en el que está, sino que ve pasar los colectivos, los frentes de la calles. Lo infraordinario”, dice el poeta Mario Ortiz en Eterna Cadencia, entrevistado por Valeria Tentoni. “Es lo real. Lo real es lo real. Que por esa esquina yo paso siempre para ir al centro, y que apareció un primer televisor destripado y otro televisor, sin cables, después. ¿Cómo te podés resistir a esa tentación? A partir de los elementos que te brinda la propia realidad, vos podés empezar a hacer una construcción imaginaria. ¿La tierra hace brotar televisores? No, no somos esquizofrénicos. Pero, en cierto sentido, hay la posibilidad de un mundo, un mundo textual, en el que eso es posible. Ese mundo textual es una cosa entre las cosas. Porque es un libro que ocupa un lugar, es un espacio textual que ocupa lugar en la cabeza también. Y entonces eso nos lleva a pensar, a habitar, a generar imágenes sobre esa esquina llena de yuyos. De ahí viene la idea de surrealismo chatarrero. La imagen surrealista surge a partir del desperdicio, de lo inservible. Y genera un nuevo orden de cosas. La realidad supera la ficción, la imaginación, pero a su vez la imaginación se nutre de lo real. Y lo real no puede ser pensado sin imaginación. Lo real puro, crudo, duro, es inimaginable.”
 

8. Iconogénesis

La entrevista de Valeria Tentoni a Mario Ortiz gira en torno a su libro más reciente, Tratado de iconogénesis.
“Construir una Bahía Blanca imaginaria, pero que no queda flotando en la nada sino que vuelve a la realidad; es como un proceso dialéctico, porque está allí y lo transformo, genero algo que vuelve a la realidad. Como dijo el amigo Kant, en definitiva nosotros no podemos tener contacto con lo real crudo, sino siempre mediado por conceptos, por imágenes. Entonces bueno, ir ahí, atacar al núcleo del imaginario. (…)
¿De dónde salió el término “iconogénesis”?
Lo inventé, que yo sepa no existe. Lo busqué en Internet y no me apareció. Podría ser una palabra del Exonario de Jorge Mux. Icono-génesis, generación de imágenes, lo simbólico.
Hablás del poeta como generador de mundos. Creo que en toda tu literatura hay algo así como una utopía, ¿no? La de que todos vayamos generando un mundo más habitable, quizás más dulce, un poco más piadoso… Hablás también de una resistencia a los horrores de la realidad. 
Ponge lo retomaba de Lautremont, la poesía debe ser hecha por todos. No quiere decir necesariamente que todos tengan que escribir; el hacer poético no es privativo de los poetas. La mirada poética, la mirada extrañada, la mirada que es capaz de descubrir algo allí donde la rutina no llega a ver nada, yo creo que eso no es privativo de los escritores. Pero sí creo que hay una cuestión social en esto, que en definitiva se puede sintetizar en la vieja aspiración de la vanguardia. Para mí lo crucial de las vanguardias pasa por ahí: no solamente era experimentación de cosas nuevas, sino también la unión del arte y la vida. Es lo que querían los surrealistas, lo que querían los futuristas, los constructivistas, la vanguardia soviética, etcétera. Los surrealistas decían que lo suyo no era un género literario, poético, sino una revolución. Que el arte no sea una producción para un reducido grupo de especialistas, sino que eso intervenga de algún modo en el mundo. Eso, para mí, en estos momentos tiene muchísima vigencia.”
 

9. Conticinio

Esta me la regaló Pablo Paladino. Dos veces me la regaló, porque la primera la dejé pasar. 
“conticinio
Del lat. conticinium.
1. m. p. us. Hora de la noche en que todo está en silencio.” (DLE RAE)
“Se deriva de la raíz de los verbos conticere y conticēscere (callarse, guardar un silencio completo), prefijados con con- (globalmente, completamente) y tacere (estar callado)”. (Etimologías de Chile).
Durante la larga oscuridad del COVID me acostumbré al ejercicio de esta cartita semanal. Fue ocupando progresivamente el final del viernes,el sábado a la mañana, el sábado completo; varios meses logré mantener el límite simbólico de la medianoche (la llamé entonces Cenicienta). A partir de mayo, se desbordó e invadió por completo la noche del sábado, incluso hasta el alba. Total, qué otra cosa tenía para hacer, ¿no? Fue mi fiebre de sábado por la noche fuera de cuadro, viaje al fin de la noche cerrada, encerrada. Mi noche en vela en teclas. Muchas veces se me cayó el codo sobre el teclado (después hay que borrar lo que escribe el codo). Me enojé, otra vez, porque estoy grande y caerme de sueño no es plan. Redescubrí los ciclos: que después de un rato te despabilás y todo fluye un poco mejor. Alguna alegría secreta habré encontrado en esta nocturnidad (N19P09)  enfrascada. 
En el conticinio, cuando (si) logro soltar el ruido, cada palabra encuentra su lugar. En ese silencio vuelve un poema de mi papá: 
En medio de la noche 
viene mi padre a visitarme. 
Quiere saber si en verdad terminó 
la guerra, cuánto lloró mi madre su partida, 
si conservo la parker y otras cosas 
de no menos incierta valuación. 

Me acuerdo también de “Nadar de noche” (N42P09), ese otro mismo diálogo sin piel que solo puede darse en el conticinio. Cuando murió Forn le conté a mi papá de esa coincidencia temática con el cuento. No lo había leído. 
Pero no inventamos nada. El conticinio ya estaba ahí antes de Hamlet.
Hasta que termines no va a amanecer.
Cada quien con sus fantasmas.
 

10. Conversación

Empecé a coleccionar estas palabras en el conticinio de la pandemia. Casi enseguida eso trajo conversaciones hermosas con gente hermosa: Virginia Avendaño, Ana Casavelos, Evelin Heidel, Diana Zadunaisky, Cecilia Sagol, Melina Furman, Lucas Dima, Griselda Juárez, Silvia Hagge, Gustavo Keimel, Ramiro Suárez, Pablo Fisher, Carina Fernández Grenno, Sara Guiltelman, Graciela Goldchluck, Claudio Weissfeld, Matías Fernández, María Victoria Amadeo, Martín Szyszlican, Julieta y Carlos Ulanovsky, Natalia Ginzburg, Roxana Salpeter, Alejandro Nadra, tantes más. A algunes les conocía de la vida corpórea, de alguna capa del pasado. A otres todavía no, pero si entendemos que el tiempo es uno solo, bueno, quizás nos conociéramos.
Fue Virginia la que, en un correo, me regaló lo de “la clase conversadora, como siempre conversando”. Es una cita de En el estanque, de Al Alvarez. Esta semana Vir me envió el epígrafe que eligió Juan Forn para su último libro, de Joseph Brodsky:
Todo escritor tiene un amigo imaginario. 
El mío se llamaba Wynstan Auden. 
Yo escribo para encontrarme con él, 
y hacer lo único que se puede hacer 
por un hombre mejor: seguir la conversación. 
En eso consisten, creo yo, las civilizaciones. 

“Pensé que te gustaría, y te lo mando. Amplié un poco más sobre eso en FB”, me dijo. En Facebook dejó el fragmento de Al Alvarez: 
“Día apacible y ligero, el cielo todavía difuso después de una noche con niebla; los árboles empiezan a inclinarse y a menguar. Un único pescador sobre el sendero, sentado en
una silla de ruedas eléctrica; los cuatro cisnes quietos en la superficie vidriosa del estanque justo frente a él. Uno duerme con el pico metido debajo de un ala. El agua se enfrió un poco; está cada día más linda. Traje un ejemplar de Imitations, de Lowell, para darle a Danni (el guardavidas que lee poesía y escribe), y hablamos un rato sobre libros. Después Richard, el súper atleta, me contó que está por irse de excursión a Borneo con la BBC y las fuerzas especiales del Ejército. Al rato llegó Alan Owen con el capítulo 12 del Eclesiastés en la billetera, pidiendo que se lo explicaran. En pocas palabras, un momento típicamente Hampstead: la clase conversadora, como siempre, conversando.”