“Ayer fracasé en glitchear siguiendo instrucciones y hoy se me guarda sin querer esta belleza, quizás así funciona”, tuiteó @vanityfer. Pregunté y me dio una definición que venía de Valeria Mussio: “‘un accidente que desata algún tipo de caos’ y aparentemente fue usada por 1era vez por astronautas”. Mussio (“un glitchin”) agregó: “viene primero desde la radio, y del vocablo yiddish glitschin, porque en EE.UU. en los ’30 había muchos judíos trabajando en ese rubro”. Yo tuve un abuelo judío en la radio; lástima que ya no puedo preguntarle. Pero está la Wiki, que dice que el primer registro del término en inglés es de 1940, en una columna de Katharine Brush: “Cuando los locutores cometen un pequeño error de dicción lo llaman un ‘fluff’, y cuando es grande le dicen ‘glitch’”.
La palabra no paraba de florecer. Volví a encontrarla en esta foto de Librenauta: un fanzine con la traducción que Valeria Mussio está haciendo de Glitch Feminism, a Manifesto, de Legacy Russell. Ok, palabra, ganaste.
“Un glitch es un error, una equivocación, una falla en el funcionamiento”, dice Russell. “Dentro de la tecnocultura, un glitch es parte de la ansiedad maquínica, un indicador de que algo salió mal. Esta tecnología incorporada de la ansiedad se desborda cuando encontramos glitches en escenarios AFK (alejados del teclado): el motor de un auto que deja de funcionar; quedarse atrapadxs en el ascensor; un apagón en toda la ciudad. (…) En esa encrucijada llena de cables que son el género, la raza y la sexualidad, unx encuentra el poder del glitch (…) El feminismo glitch demanda una ocupación de lo digital como medio para construir un mundo nuevo”. Y luego: “Glitchear es aceptar el malfuncionamiento. (…) Reclamar nuestro derecho a la complejidad, a la variedad, dentro y más allá de los márgenes proverbiales”.
Russell traza una etimología desde el yiddish glensh (deslizarse, planear, resbalarse) o el alemán glitcschen (resbalarse). “Glitch es, por lo tanto, una palabra activa, que implica movimiento y cambio desde el principio; este movimiento dispara el error”. Un resbalón. Cita el libro Into Orbit (1962), del astronauta John Glenn: “Otro término que adoptamos para describir algunos de nuestros problemas fue ‘glitch’. Literalmente, un glitch…es un cambio tan repentino en el voltaje que ningún fusible podría protegernos contra él”.
Sigue Russell: “El glitch se mueve, pero también bloquea. (…) se transforma en un catalizador, abriendo nuevos caminos, permitiéndonos tomar nuevas direcciones. En internet (…) nos glitschen (deslizamos) entre nuevas concepciones de cuerpos y ‘yos’. Por lo tanto, el glitch es algo que se extiende más allá de las mecánicas tecnológicas más literales: nos ayuda a celebrar la falla como fuerza generativa, una nueva forma de conquistar el mundo”.
El término pasó por los videojuegos, la música electrónica y el videoarte. En 2010, Rosa Menkman escribió el Glitch Studies Manifesto. “La experiencia del sobresalto, la percepción y el entendimiento de lo que es un glitch en un momento determinado, no puede ser preservada para un tiempo futuro. (…) El usuario o espectador no sabe qué esperar a continuación. La computadora o la tecnología con la que trabajan, de repente se encuentra en un estado de confusión y no hay una ruta o solución clara frente a ellos. Esta pérdida de control pronto se convierte en un catalizador con cierta potencia a medida que el fallo pasa por un punto de inflexión”.
La pandemia como glitch: reiniciar.
Categoría: número 58 (algún tipo de caos)
2. Micelio
“L.Russell publica un libro y era tan bueno que @valeriamussio lo comienza a traducir en https://vamussio.medium.com y era tan bueno que le diseñé una tapaRMX e imprimí los primero 4 cap, con que así funciona el micelio”, dijo Librenauta para explicar la foto del glitch.
“Los micelios, la parte ‘oculta’ de los hongos, son colchones conformados por marañas de filamentos interconectados que se extienden cientos de kilómetros en el equivalente a un pie cuadrado, capaces de conectar los bosques del mundo con los nutrientes del suelo. Con un diseño similar al de las células nerviosas o cerebrales de los organismos complejos (también a internet), los micelios regulan la comunicación entre el suelo, sus nutrientes y los bosques”, explica Nicolás Boullosa en un posteo de 2010 en FairCompanies. “No sólo evocan metafóricamente las conexiones neuronales o internet, sino que conforman un colchón esponjoso e invisible que descompone en silencio materia vegetal y tiene el potencial de curar (antibióticos) y salvar el mundo (pueden alimentarse de petróleo y pesticidas, sustancias orgánicas que convierte en hidratos de carbono simples).”
Los micelios, que deben llevar millones de años sobre la tierra, funcionan como metáfora de internet, que tiene treinta. Alguna vez me dijeron que el éxito de internet radica, justamente, en que sus hipervínculos reproducen la manera en que funciona el cerebro humano.
“Para el micólogo Paul Stamets, si hay un tejido vivo en la naturaleza en el que se podrían haber basado los científicos de DARPA mientras concebían el germen de una red descentralizada, ese es el conformado por las extensas redes que, justo bajo el suelo, crean los micelios”, agrega Boullosa. “Su aspecto es muy similar a una representación conceptual de las interconexiones creadas por Internet, y quizá todavía más parecido al tejido cerebral visto desde el microscopio”. Micielo.
3. China
“El uso campero de ‘china’ como sinónimo de mujer proviene del quechua. En su idioma, ‘china’ es hembra y así se denominaba a los animales del sexo femenino”, tuiteó Daniel Balmaceda ayer, con un timing digno de community manager profesional.
El diccionario de Katari.org confirma. El sitio Etimologías de Chile amplía: “En Chile, la palabra ‘china’ se dedica a la mujer india o mestiza que se dedica al servicio doméstico. Según “Chilenismos Apuntes Lexicográficos” (J.T. Medina 1928), ‘china’ es una voz quechua que significa hembra y en ese sentido fue aplicada a las indias de Chile, Perú y Bolivia por los españoles”.
4. Recogecadáveres
“El recogecadáveres del Estrecho” es uno de los títulos interiores del newsletter de ayer de El Times, a cargo de Elda Cantú. Después dice: “El dueño de una funeraria cerca de Gibraltar ofrece un inusual servicio: recoge los cadáveres de los migrantes que no sobreviven la travesía marina camino a España y luego busca a los familiares en Marruecos y otras partes de África para repatriarlos”.
En la extensa nota que describe el trabajo de Martín Zamora se detalla que más de dos mil personas murieron o desaparecieron intentando cruzar el estrecho de Gibraltar durante la primera mitad de 2021. “Zamora, quien asegura que ha repatriado a más de 800 cuerpos en dos décadas, ha forjado un modelo de negocio muy peculiar. Lucha con los funcionarios municipales para que le entreguen los cuerpos y así poder embalsamarlos. Establece contactos con los contrabandistas para encontrar a las personas a las que pertenecen los restos. Para las familias que creían que sus seres queridos habían desaparecido, el trabajo de Zamora puede ofrecerles una especie de cierre luego de haber perdido toda esperanza”, dicen Nicholas Casey y Leire Ariz Sarasketa. “Pero sus servicios tienen un valor elevado: cobra 3500 dólares o más por llevar un cuerpo a casa. Ninguna agencia española paga por lo que él hace, y los márgenes de beneficio del trabajo son bajos, dice. Así que lo deja en la zona gris, nada rara en ciudades fronterizas como esta, entre la voluntad de hacer el bien y la necesidad de ganarse la vida.”
No encuentro la palabra “recogecadáveres” en la nota. A mí me lleva directamente a Juntacadáveres, la novela de Onetti, nombrada en honor al apodo de su protagonista, Larsen. Juntar, recoger: hasta ahí llegan las variedades dialectales. Los cadáveres son cadáveres en todas partes. Busco en Twitter “recogecadáveres”. Encuentro esto de abril de 2020: “Que manda a decir el Ministro de salud de #Peru @victorzamora que se está creando el comando “recogeCadaveres” y que Buenos Días!”. Zamora.
5. Pedir
Habló el papa Francisco. “Me vuelvo pedigüeño y paso a pedir.(…) Y a todos quiero pedirles en nombre de Dios.
A los grandes laboratorios, que liberen las patentes. Tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas. (…)
Quiero pedirles en nombre de Dios a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos.
Quiero pedirles en nombre de Dios a las grandes corporaciones extractivas —mineras, petroleras—, forestales, inmobiliarias, agro negocios, que dejen de destruir los bosques, humedales y montañas, dejen de contaminar los ríos y los mares, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos.
Quiero pedirles en nombre de Dios a las grandes corporaciones alimentarias que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento.
Quiero pedirles en nombre de Dios a los fabricantes y traficantes de armas que cesen totalmente su actividad (…).
Quiero pedirles en nombre de Dios a los gigantes de la tecnología que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias (…).
Quiero pedirles en nombre de Dios a los gigantes de las telecomunicaciones que liberen el acceso a los contenidos educativos y el intercambio con los maestros por internet (…)..
Quiero pedirles en nombre de Dios a los medios de comunicación que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio.
Quiero pedirles en nombre de Dios a los países poderosos que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones contra cualquier país. No al neocolonialismo.
A los gobiernos (…) quiero pedirles (…) que representen a sus pueblos y trabajen por el bien común.”
6. Emergencia
El martes 12 de octubre, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, decretó el “estado de emergencia” en la región de Bío Bío, en el sur del país. Dijo que lo hacía debido a “los graves y reiterados hechos de violencia vinculados al narcotráfico, al terrorismo y al crimen organizado cometidos por grupos armados”, y que esto implica que las Fuerzas Armadas podrán “prestar apoyo logístico, tecnológico y de comunicaciones”, así como “de vigilancia, patrullaje y transporte a los procedimientos policiales que se desarrollen”. Los medios argentinos lo tradujeron como una declaración de estado de sitio, o simplemente militarización. Me queda zumbando la palabra emergencia. Puede remitir a una situación inusitada y repentina, pero también a algo que emerge a la superficie desde abajo, valga el pleonasmo.
De este lado de la cordillera también levanta volumen la cuestión mapuche: el embajador en Chile, Rafael Bielsa, acompañó la solicitud de Facundo Jones Huala, mapuche de Argentina extraditado a Chile, por libertad condicional. “No puedo creer que este gobierno defienda a este violento, que incendiaba oficinas públicas, que usurpaba propiedades privadas”, tuiteó Marcelo Tinelli, dueño de 1360 hectáreas en la zona de Esquel.
Elisa Loncón, presidenta de la Convención Constitucional chilena, lamentó que Piñera anunciara la emergencia justamente en la fecha que el pueblo mapuche conmemora como “Día de la Resistencia Indígena”. “Es el día que nosotros no podemos celebrar, porque es cuando se inició el genocidio”, dijo.
El martes vi un mapa que señalaba qué se conmemora en cada país de América el 12 de octubre. Hay un arco amplio, desde el otrora clásico “Día de la Raza” en Honduras y El Salvador hasta el “Día de la Resistencia Indígena” en Venezuela y el “Día de la Descolonización” en Bolivia.
“Esta noticia de que se instala este estado de emergencia no empalma con la historia que nosotros necesitamos”, dijo Loncón desde Bío Bío. La historia como construcción permanente del presente.
7. Maradólar
Anuncia Lautaro Torres en su exclusivo newsletter No culpes a la noche que se viene el maradólar, la criptomoneda dedicada a Diego Armando Maradona. “Será presentada oficialmente el 30 de octubre, Navidad Maradoneana para muchos y muchas. Los promotores de la moneda virtual anunciaron que distribuirán aleatoriamente 10.000 Maradólares a las primeras 10.000 personas que se hayan registrado al momento de su presentación”, cuenta.
En el sitio oficial presentan al maradólar como “la primera criptomoneda popular”, en estos términos: “Una moneda hecha a medida para que puedas entrar al mundo de las criptomonedas de forma sencilla y sin riesgos. Queremos construir una alternativa al peso para que puedas comprar y vender con tranquilidad”. Se dice fácil, ¿no? Con el mismo discurso que las tantas billeteras que prometen ganancias sin riesgos. De hecho, tal como se aclara en la letra chica de la página, el maradólar está asociado a la billetera Binance, la de la publicidad de “criptorizate”. Ante la pregunta de ¿para qué?, responden: “Para acercar a la economía informal al mundo cripto y obtener una moneda independiente en un país con una alta inflación, por momentos en default restringido y con una alta emisión”. Lo describen como “un proyecto colaborativo del equipo de YellowCap.io”. Ya hace al menos cinco años existe Moneda Par, pensada precisamente como una criptomoneda para la economía popular, donde el acento se pone más en las funcionalidades que en la tecnología. El maradólar, conceptualmente, remite más al milagro, al salvarse, a la belleza que cae del cielo. Y, también, a la viveza criolla..
8. Carmen Mola
Viveza hay en todas partes.
El viernes se entregó el premio Planeta de novela, uno de los más importantes en lengua española, que además acaba de elevar el valor del premio de 600 mil euros a un millón. La novela elegida es La bestia, un policial negro de Carmen Mola, una de las autoras más exitosas de los últimos tiempos desde su primera obra, La novia gitana (2018). Cuando se anunció su nombre había expectativa en el aire, ya que Carmen Mola era un misterio: nunca se había dejado ver. Pero los que subieron al escenario para recibir el premio de manos de la reina Letizia fueron tres señores: los escritores Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero. Hay que ver las caras de las conductoras del acto.
En las tres novelas publicadas hasta ahora por Carmen Mola -todas por Alfaguara-, la protagonista es la detective Elena Blanco, que investiga sórdidos femicidios. Por eso, Mola era saludada como algo así como una escritora feminista. La librería feminista Mujeres y Compañía ya sacó de su stock los libros de la falsa Carmen, y en ese gesto le tiró nafta a las polémicas de género.
Daniel Andana encontró una nota donde Carmen Mola recomendaba libros para leer en el verano, y entre ellos había uno de Antonio Mercero, un tercio de la misma Carmen.
Pienso otra vez en el glitch y su alianza con el anonimato, el resbalar de identidades como propuesta. ¿Cómo se aplica a tres escritores profesionales?
9. Llorería
A llorar a la Llorería, que ahora queda en Malasaña, Madrid. “Para reivindicar la importancia de la salud mental y visibilizar que estar mal también está bien, abrimos el lugar al que a todos nos han mandado alguna vez”, dice en la puerta del local.
Iba a hacer el chiste de que acá en Argentina a la Llorería le decimos “ir a terapia”, pero ni siquiera es un chiste: el local está a cargo de TherapyChat, una compañía que ofrece “tu psicólogo online”. “Bienvenidxs a La Llorería de TherapyChat, el primer espacio para expresar nuestros sentimientos libremente. Pasen, lloren y disfruten”.
Instintivamente ya me pone un poco nerviosa la puesta en escena, pero hay más. “En La Llorería de TherapyChat, disfrutarás de salas interactivas y fotografiables que visibilizan una realidad hasta ahora oculta en RRSS”. Dejá, gracias, me voy a llorar al tugurio más oscuro que encuentre.
10. Madres
Mis hijas tienen un libro que se llama Artsardam, de Patricia Iglesias Torres. Habla de una madrastra que se escapó de los cuentos, harta de hacer siempre de mala, y razona: “si una madrastra era la suplente de una madre debía investigar qué era ser ‘una madre’”. Y entonces viaja, y recorre un inventario de mamás. Dice:
Así descubrió que existen:
Madres muy jóvenes y madres muy viejas.
Madres que compran de todo y madres que no tienen qué comprar.
Madres que cocinan y madres que piden delivery.
Madres que se olvidan de sus hijos y madres que nunca olvidan. [ilustrado con pañuelos blancos]
Madres que abrazan mucho y madres que pegan demasiado. (…)
Madres que dicen la verdad y madres que mienten (…)
Madres que critican y madres que alientan.
Madres que tienen miedo y madres valientes.
Madres que cruzan el océano para salvar y madres que ahogan con la mirada.
Madres presentes y madres desaparecidas
Madres que escriben poesía y madres que borran páginas.
Madres que mueren y madres que están vivas.
Nunca puedo leérselos sin llorar.
Tiene un efecto desanudador, algo de la realidad múltiple más allá de los mandatos. Quizás sea la potencia aperturista del glitch: solo desarmando el ideal de la madre de tarjeta de cartón se puede empezar a disfrutar la madre que haya.
En otro libro para niñes muy hermoso, Lejos de Frin, hay un chico que tiene una mamá que no lo quiere. Así de simple y de doloroso. Es su madre y lo trata mal, no lo cuida, no lo quiere. Pienso seguido en cómo Luis Pescetti se mete a contar eso, y cómo lo resuelve: el nene busca -y encuentra- amor. Algo similar cuenta Matilda, de Roald Dahl. Y otra vez, la falla como oportunidad: si se puede sobrevivir a eso, se puede todo.
Y si hay madre/hijes y hay amor, en la forma que fuere, no es poco. Vale festejar.