El presidente de la Comisión Desafíos del Futuro del Senado de Chile, Guido Girardi, presentó el martes un proyecto para incorporar la protección de neuroderechos a la reforma constitucional y legal, con este texto: “La integridad física y psíquica permite a las personas gozar plenamente de su identidad individual, y de su libertad. Ninguna autoridad o individuo podrá, por medio de cualquier mecanismo tecnológico, aumentar, disminuir o perturbar dicha integridad individual sin el debido consentimiento. Sólo la ley podrá establecer los requisitos para limitar este derecho, y los requisitos que debe cumplir el consentimiento en estos casos”. Se complementa con una ley que consagre cinco neuroderechos: derecho a la identidad personal, al libre albedrío, a la privacidad mental, al acceso equitativo a las tecnologías de aumento de capacidades (🤯) y a la protección contra discriminación por sesgos algorítmicos.
El proyecto es avalado por el neurobiólogo español Rafael Yuste, director de NeuroRights Initiative (Universidad de Columbia). Yuste investiga los impactos éticos de tecnologías como la inteligencia artificial y las interfaces cerebro-computadora, y sostiene que los neuroderechos son derechos humanos. “Chile, de aprobar ambos proyectos, será pionero en el mundo, un modelo a seguir. Lo mira con lupa la OCDE, la Unesco, Naciones Unidas y las propias compañías tecnológicas”, dijo Yuste.
Esto llega cuando el mundo se agarra la cabeza ante los peligros de manipulación. Facebook, siempre en la mira, publicó el jueves el documento “Principios recomendados para la regulación o legislación para combatir operaciones de influencia”. Unas semanas antes, una ex empleada había dicho que tenía “sangre” en sus manos por no haber podido evitar estas operaciones (conocidas como io, influence operations). También Twitter está tomando medidas de cara a las elecciones.
Leo Maslíah cantaba en 1987 “A mí nadie me dice qué tengo que pensar, yo pienso en lo que quiero y así vivo feliz”. Un pionero.