Y sí.
Hace cinco semanas que parecen siglos, Carlos Ulanovsky me preguntó si “Scaloneta” había salido en diezpalabras. Le dije que no, porque cuando la encontré me pareció que era tarde, que ya estaba vieja. Fue hacia el final de la Copa América de 2021. Ahora que todo escaló infinitamente más (y contando), ahora que es -por escándalo- la palabra más votada de este 2022, la que nos propulsa a ser felices y que lo demás no importe nada, ser felices no a pesar de todo sino con todo, cargando todo, subiendo todo arriba y vamo, felices por prepotencia de felicidad nomás, hoy, subidísima a la Scaloneta como corresponde, como les 47 millones y tantísima otra gente del planeta Tierra y alrededores, hoy apelo a la arqueología colectiva y descubro que tampoco había estallado tanto antes la palabra. Un par de semanas nomás.
Ariel me acercó un fragmento de TyC con un bellísimo meme: “Todo parece haber comenzado después de la goleada 3-0 frente a Ecuador por los cuartos de final de la Copa América 2021. (…) Post partido los memes no se hicieron esperar y algunos tenían al protagonista, Lionel Scaloni, manejando un colectivo con la frase ‘La Scaloneta’”. J. aportó un artículo de Olé que corrobora la teoría y agrega: “el periodista Gringo Cingolani, de hecho, se proclama como el creador del término’”.
En Twitter lo desmienten, y le atribuyen la palabra a periodistas del Programa Sin Nombre, desde mucho antes: 2018. En otra nota de TyC, uno de sus integrantes, Antonio Serpa, cuenta: “Lo primero en surgir fue el tren del Scalonismo, (…) a contramano de la opinión general. (…) El apodo surgió como un derivado del scalonismo, mientras en el programa se le festejaba todo al conductor”. Pero era ironía: una joda que quedó. “El paso del tiempo y de los triunfos (…) hicieron que de a poco aquel apoyo forzado y en sorna se convirtiera en real”, dice el propio Serpa.
Otro que impulsó el término fue Alejandro Fantino, sumando el episodio clásico de la batalla de las Termópilas, diciéndole Leónidas y espartano a Lionel, dándole un casco y una espada, en fin. “Aquí está, la Scaloneta, primera línea hoplítica”. Eso sí, ya en plena Copa América 2021.
El propio Gringo Cingolani mencionaba como antecedentes la “Vitroleta” del DT Vitrola Ghiso en River, o la “Pampaneta” de Biaggio en el San Lorenzo de 2018. Ya en el 96, el equipo de Roberto Mariani en San Lorenzo llevó el nombre de “Cicloneta”.
Volviendo a Twitter, el primer registro de “Scaloneta” es de @elpapaderocio, el 29 de julio de 2018, y con un signo de interrogación “En 20 minutos arranca la Scaloneta (?)”. Se reactivó el 17 de agosto, en la previa de amistosos contra Guatemala y Colombia, y el 7 de septiembre: “Ya saqué boleto para el tren de la Scaloneta, va directo a Qatar subase el que quiera hay lugar”.
Subí que te llevo. Esa fue siempre mi sensación con la Scaloneta. Súbete a mi motoneta. Por eso me sorprendió leer que la investigadora CONICET Andreína Adelstein decía: “es una formación por acronimia de Scaloni y de camioneta. Esto se refuerza por la imagen de un colectivo, un transporte de grupo”. ¿Camioneta?
Llevo un rato pensando en esto: motoneta, bicicleta, renoleta, avioneta. ¿Existe el sufijo -eta como medio de transporte? ¿O trae, como dice Adelstein, “un valor afectivo porque es un sufijo diminutivo”? ¿O las dos cosas?
No hay Ferrarineta ni yateneta. Scaloneta da esa sensación de euforia modesta del trencito de la alegría, perfil bajo el mar. Casi como el auto de los Picapiedras: la ilusión de que lo ponemos en marcha entre todes, ellos 26, nosotres 47 millones. Algo tienen ellos que nos habilitan a sentirnos así. Gracias.
Mes: diciembre 2022
2. Muchachos
Otra de las más votadas, ese adhesivo indeleble en el inconciente colectivo que es necesario cantar de nuevo una vez más (y otra) (y otra, en un loop infinito).
El autor de la letra que se corea en todo el mundo es Fernando Romero, presentado en los medios como “catequista de escuela secundaria e hincha de Racing”. El 9 de septiembre de 2021, en la previa del Argentina – Bolivia por las eliminatorias del Mundial, se acercó al micrófono de un móvil periodístico y cantó su versión de una vieja canción de La Mosca. El resto es historia.
Dice Diego Ruiz en su voto: “La primera vez que escuché la canción pensé en el inclusivo ‘muchaches’. ¿Le cantamos a los muchachos de la Selección o nos cantamos a todes nosotres? Desde que empezó el mundial tuve que apelar a la ‘suspensión de lo progre’ para poder entrar en el mantra comunitario”. Y sí. Una suerte de “rayo heteronormatizador”, de la mano del fútbol y los cuerpos tatuados, vino a traer felicidad sin marco teórico (aunque los marcos teóricos insistan en aparecer después).
Pero son dos cosas las que dice Diego. La otra me interesa más. “¿Le cantamos a los muchachos de la Selección o nos cantamos a todes nosotres?”. Es casi un ejercicio de análisis del discurso. El vocativo, ¿es una segunda persona o un nosotros (nosotres) inclusivo? La canción arranca en una primera singular (“En Argentina nací”), y avanza en un ida y vuelta que borra todo el tiempo los límites entre yo, nosotros, ellos: “quiero ganar la tercera / quiero ser campeón mundial” se convierte en “ya ganamos” y “ya somos”, pasando al plural por métrica, sin pudor. El “podemos” / “decimos” del final se entrega al nos colectivo ilimitado. El mantra comunitario.
Vuelvo a pensar en la Scaloneta, en subirnos a la Scaloneta. ¿Subirnos al colectivo, era? Parece. Son ellos, pero, ¿podemos subirnos todos (todes)? ¿Podemos ser también nosotros (nosotres)? Como escribió Ana López, “la ilusión de volver a una casa todes juntes”. Aunque, como postula Diego, quizás haya que dejar la e en la puerta, con el gesto de quien se saca los zapatos al entrar. Todes muchachos, por siempre jóvenes, vitales; pares en el abrazo de la ilusión. Un ratito.
3. Campeones
Otra de las más votadas. Con sus variaciones: por ejemplo, la querida Danixa votó “campionmundial (asi todo junto y con i)” y “campionamundial (idem con i)”.
No tengo mucho que agregar: la palabra no solo se autoexplica, sino que es performativa, produce sonrisas a su paso.
Me interesó algo que puso una votante, Lei A Secas (que, justo es decirlo, votó “Muchachos”, no “Campeones”):
“Mi generación, que ni había nacido cuando Diego levantó la copa en el 86, vive la nostalgia de un país que para nosotres nunca existió. El siglo XX argentino, del que solamente conocí la década de 1990 con todo lo que eso implica, es una leyenda que nos cuentan nuestrxs xadres y abuelxs. Un país mítico donde las casas no tienen reja y la gente no duerme en la calle. Nunca lo vimos y por eso nos tomamos tan a pecho esta victoria. ‘No es para tanto’, me decían mis papás antes de aquel domingo y yo les decía que no entendían porque ganaron en el 86. Y en el 78, acota mi viejo que tal parece lo quiere mucho a un tal Kempes. Su Messi es Maradona, su país es el granero del mundo.”
(Eso último dolió).
“Cuando nos empataron, me fui a encerrar con mi gato e inhalando me pregunté qué estaba poniendo de este partido de fútbol que me afectaba tanto. La revancha de los grandes, eso era. Ahora nos volvimos a ilusionar.”
4. Inflación
Qué fantástico mirar el mundo desde otra perspectiva, compost del tiempo mediante, y pensar en el siglo XX argentino como un bloque, todo junto: Maradona y el granero del mundo. También hay palabras menos felices que conectan el hoy con el ayer (otra vez con los 80s, y dale con los 80s). Mundial con inflación: solo falta la ropa fluo y los pelos new wave. Recuerdos de mi infancia, un par de años después de Maradona levantando la Copa: subir al colectivo para ir a la escuela y preguntar cuánto costaba el boleto, cada día. Todavía no estamos ahí, en la hi.
La novedad es que ahora la inflación es un fenómeno, perdón por la redundancia, mundial; el término estrella de mitad de 2022 era estanflación. Por supuesto que en los países centrales no pega como acá, claro: allá en el norte se inquietan por un 6 por ciento anual, acá surfeamos el 6 por ciento mensual, quizás más, quién sabe, para qué te vas a amargar.
Leí por ahí hace unos meses que les economistas de Argentina están triunfando en las instituciones más prestigiosas de los países centrales, dando cátedra: pero claro, papá, si en inflación también somos campeones desde siempre. Yo anduve siempre en inflaciones, qué me van a hablar de inflación. El arte de ser cada día un poco más pobre, de lunes a domingo, de enero a diciembre, trabajando siempre igual que antes o más, y en lo posible -en lo posible- tratar de que no se note, de ser feliz igual.
5. Guerra
Más 80’s vibes. “Y que nadie me venga que viene la guerra / porque entonces qué diablos fue lo que aprendimos”, cantaba Litto Nebbia con la voz limpia en las Coplas del Musiquero, del 87, cuando también éramos campeones.
La guerra era todavía el recuerdo cercano de un sobresalto, de algo que había llegado como de otra época, demasiado rápido demasiado cerca, sin aviso. Una pesadilla vuelta real en chasquido de dedos abriendo un whisky, un zombie siempre listo para sacar la mano de la tierra. Soy de la generación que empezaba la primaria cuando estalló Malvinas. Me recuerdo en el auto con mi mamá escuchando la radio a la vuelta de la escuela; la palabra me reventó en la oreja. Guerra. “Yo creía que las guerras eran algo de antes, como los reyes y las princesas”, le dije.
Esa guerra cumplió cuarenta en abril; “Malvinas” también tuvo sus votos como palabra del año. Y su revival con “Muchaaachooos”, que puso a toda la generación sub 35 a cantar “de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. La herida incicatrizable late en la asombrosa persistencia de “el que no salta es un inglés”, coreado en cada esquina de este mes.
El 24 de febrero, a las 12.25 am de Argentina, Federico Aikawa tuiteó: “Terminó la pandemia!”. Después de dos años, la atención global abandonaba al COVID para fijarse en otra amenaza. Vladimir Putin acababa de anunciar su “operación militar especial” de “desnazificación” en el Donbass, Ucrania. Apostaba a un ataque relámpago: terminar antes de que se llegara a decir “guerra”. Misión falló.
A lo largo de estos diez (largos) meses, la palabra, la noción, las imágenes de la guerra volvieron a Occidente, o más bien a Europa. Durante todo este siglo hubo guerras: en África, en Asia, en Oriente Medio. Estados Unidos se retiró de Afganistán recién el año pasado. Pero para la sensibilidad occidental eran, de algún modo, guerras de drones, mediatizadas. Putin reinstaló algo de la guerra moderna, con cuerpos, convoyes, ciudades bombardeadas, hambre, desabastecimiento, amenaza nuclear.
Una vez más los 80s: “Espero que los rusos también amen a sus hijos”, cantaba Sting en 1985.
“Se está desarrollando una guerra del siglo pasado desde febrero de este año”, decía en su voto Lucía Negro. Una guerra retro: estéticamente más cerca de lo que percibimos como real.
6. Magnicidio
Bueno, esta al menos no vuelve a los 80s. Oh wait… también Alfonsín, el (otro) presidente de la inflación y el Mundial, tuvo sus intentos de asesinato; uno en el mismo 1986, otro ya como ex presidente en el 89, y uno más en el 91, cuando un hombre gatilló cerca de él., el caso más parecido al atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner del 1 de septiembre.
“Magnicidio”, como el resto de los términos votados, no salió en diezpalabras; las cosas tardan en decantar. Es interesante la aparición de la palabra en los votos porque describe algo que, por suerte, no sucedió. Pero el susto fue tan grande que ya es trauma. “Flash que hayamos tenido que usar tanto esa palabra”, dice en su voto Carolina Katz. Fue uno de esos momentos en el que el “qué habría pasado si” abre visiones alternativas que nadie quiere mirar, pero ahí están, entre nosotres.
En el newsletter 99, escrito en pleno shock, aparecieron otros términos que buscaban entender algo en esa confusión: memificación, Sonnenrad, memeplex, radicalización. Decía entonces Juan Ruocco, al calor de la hora: “Una memeplex de corte facista que involucra pasar a la acción como parte de un rizo de retroalimentación”.
Otra palabra muy votada, aunque no llegó al top ten, fue “Copitos”: el costado involuntariamente kitsch de la cuasitragedia. Algodón de azúcar rosado tapando las balas. Qué equipo de guionistas tiene este país.
7. Bobo
“El ajedrecista ruso Ian Alexandrovich Nepomniachtchi, Gran Maestro y Nº3 del ranking, fue apercibido en el Mundial relámpago de Kazajistán por usar una remera con la histórica frase de Lionel Messi: ‘¿Qué mirá’, bobo? Andá pa’allá’.😂”. El tuit es de Marina Butrón, del jueves 29, y viene con foto probatoria.
¿Por qué fue tan instantáneamente fascinante la frase de Messi tras el partido contra Holanda (Países Bajos, ok)? ¿Porque pocas veces le escuchamos la voz al capitán? ¿Porque es muy raro oír un exabrupto saliendo de su boca? ¿Porque casi no parece un exabrupto? Un insulto blanco, un insulto que está más en el tono que en la palabra. Si en “pelotudo”, como sostuvo Roberto Fontanarrosa frente al Congreso Internacional de la Lengua Española reunido en Rosario, “el secreto, la fuerza, está en la letra t”, “bobo” es su opuesto absoluto, su upside down: una palabra fofa, flojita, que podría hasta ser dicha por un niño que apenas empieza a pronunciar. Que podría hasta ser dicha a un niño. “Bobo” es condescendiente; mantiene a quien la dice lejos de las pasiones bajas de la agresión, y también, misteriosamente, a salvo de la soberbia. Un insulto minimalista, sobrio, parco; lejos de lo maradoniano, pero también lejos de Federico Luppi, de Bombita Darín. Un cambio de época.
8. Messi
Sombra terrible del Diego, vengo a invocarte. Y más, a exorcizarte. Descansá, te dicen.
“Messi, Merci, Mesías”, votó Carina Fernández Grenno, resumiendo muchos otros votos. Hace diez años, una campaña quiso imponer la palabra “inmessionante”; no prendió. Con Messi alcanza.
Dos años después de la muerte de Maradona, diez días antes de la muerte de Pelé, diez minutos antes del silbatazo final de su carrera: Messi. Otra clase de héroe. Otra clase de épica.
“Su Messi es Maradona”, decía Lei, hablando de la quinta que vio el Mundial 86, de mí.
Y sí. Durante muchos años usé esa comparación para ejemplificar la estructura de la analogía: A es a B como C es a D. En 2006 decía: “Messi es al Mundial 2006 como Maradona al Mundial 86”, donde Maradona era el foro, lo dado por conocido, y Messi el tema nuevo a ilustrar. Dos mundiales después tuve que dar vuelta la figura: “Maradona fue en el 86 como Messi en 2014”.
Mis hijas ríen incrédulas cuando les cuento que a Messi le decían “pecho frío”. De algunas cosas mejor no saber.
Porque por fin, por fin, por fin vimos a Messi levantando la Copa. Lo vimos bailar en cámara lenta envuelto en su bata negra de campeón, tirarse unos pasos, estallar en fuegos artificiales junto a su equipo. Lo vimos besarla y abrazarla.
Sin el zarpe maremoteado del Diego, sin el glam loco de Pelé: con su propia magia, insólita, indecible.
“Deriva psicogeográfica”, tuiteó Marian Ferrarelli, y me acercó este artículo de Jody Rosen en The New Yorker. “Lionel Messi pasará gran parte de los noventa minutos simplemente caminando, vagando aquí y allá, errando por el campo al ritmo y con la aparente falta de propósito soñadora de un flâneur en una deriva. (…) Messi es el gran deambulador del fútbol. Mantener los ojos fijos en él durante un partido es a la vez fascinante y mortalmente aburrido. (…) Pep Guardiola ha descrito su forma de caminar (…) como una forma de cartografía, un ejercicio de escaneo y vigilancia (…) ‘Después de cinco, diez minutos, tendrá un mapa en los ojos y en el cerebro. Sabrá exactamente qué es el espacio y cuál es el panorama’. (…) En otras palabras, para Messi caminar equivale a ver y pensar. (…) Sus divagaciones también adormecen a los defensores (…) los deja vulnerables a la magia de Messi, esos destellos de brujería que estallan y causan estragos a una velocidad desconcertante.”
Toda una guía sobre el arte de perderse. A su manera.
9. Mundial
Porque claro que pensar en el Mundial era, hasta hace nada, pensar en Diego levantando la Copa en el Estadio Azteca. Esta foto icónica de autor desconocido. Pero para toda una generación, desde hace dos semanas y para siempre, Mundial es esta otra: Lío con la Copa en alto. 74 millones de personas le dieron like. La imagen que soñamos tantos millones que queríamos ser felices con su felicidad.
Preguntaba Alicia Killner en la edición mundialista: “¿Habrá lógica más humana que gozar por una intermediación?”
Como dijo Carina González Monier: “Que pase la sorpresa, el bit del pasaje del cero al uno. Que suceda lo que no estaba ahí y cambia el curso de las cosas”.
Seis de las diez palabras más votadas por la aristocracia lectora de este newsletter para representar 2022 están relacionadas con el Mundial. ¿Casualidad? Para nada. ¿Ceguera selectiva? Tampoco: prepotencia de felicidad. Voluntad empecinada de priorizar esto, de que nos dure.
Una de las votantes, Sabri, eligió como palabra “Campeones del mundo mundial”. Me hizo pensar en el querido Manolito Gafotas de Elvira Lindo, al que estuvimos releyendo con mis hijas durante todo diciembre. Creer o reventar. O leer. Elijo creer.
Tuiteaba Miriam Priotti hace una semana: ”Siento que la copa vino a cerrar el portal de desgracias que abrió el chancho cayendo del helicóptero en enero 2020. Que así sea!“
El Mundial como un recordatorio: Hoy no es siempre.
Que suceda lo que no estaba ahí.
Que lo pasado descanse en paz.
Cerrar. Y abrir.
10. Amor
No soy yo quien seleccionó estas palabras; son ustedes. No hice ni un poco de trampa: el 10 por ciento de les votantes eligieron la palabra “amor” para puntuar su 2022. Así, sin explicaciones. Gracias.
Y así se cierra una lista donde solo tres de las diez palabras del año evocan sentimientos negativos. Sabemos que está todo muy empañado por la alegría de este diciembre que arrasó con todo todo todo todo un vendaval y todavía nos lleva en andas, nos protege aunque sea en nuestros sueños, nos vela piadosamente un poco las penas, videíto tras videíto (gracias Out of context Scaloneta), un ratito más, lo que se pueda. Sabemos que todo el resto de la realidad está ahí, acechando. No importa: me alegro.
Gracias.
Brindemos.