“Mi futbolemia (normalmente baja) llega a niveles críticos para el mundial”, tuiteó Alicia Killner. “Fútbol” y /-emia/ (del griego αἷμα, haîma, sangre): algo así como “el nivel de fútbol en sangre”. ¿Cuál sería un nivel de futbolemia normal? ¿Cómo se mide?
En tiempos de Copa del Mundo y en un contexto ávido de felicidad, la futbolemia se dispara a niveles inesperados. A los habituales DT que dirigen a sus equipos desde el living nos sumamos los advenedizos a quienes la Selección convoca cada cuatro años.
Casas, oficinas y escuelas se llenan de cotillón albiceleste; las charlas se tornan monotemáticas, las agendas se organizan en torno a los partidos. Se festejan las victorias, y las derrotas devienen tragedias nacionales.
Aunque Argentina fue el país sudamericano que más cantidad de entradas solicitó para Qatar (¡más que Brasil!) y el octavo a nivel mundial, al inicio en las tribunas se vieron niveles de futbolemia inaceptables: “la mejor hinchada del mundo” no alentaba con la pasión esperada; y durante el primer partido, los sauditas fueron multitud. Para el segundo, la AFA llevó a un centenar de barrabravas y se pudo escuchar el hit de La Mosca que cantan los jugadores en el vestuario: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar…” Es que un tropezón no es caída y esta selección tiene la capacidad de movilizar el pathos nacional, nuestros ánimos, afectos, pasiones.
Los niveles de futbolemia se miden por comparación. La expresión “tiene menos fútbol que Betty Sarlo” es un clásico de las redes para quienes piensan que este juego “son 22 tipos corriendo detrás de una pelota”, o que, como dijo Sarlo alguna vez, preferirían pasear por un museo a ver un partido. En el otro extremo está el nivel Tano Pasman, el hincha de River viralmente célebre por sus reacciones frente a la TV (“¿Qué es esto? ¿Se puede romper?”).
La gran mayoría de los argentinos estamos “manja”: necesitamos fútbol, fútbol, fútbol (así, al ritmo de Santa Maradona de Mano Negra) para mantener nuestros niveles de futbolemia estables.
Por Ana Laura Maizels