El martes llegó a Argentina una nueva misión del Fondo Monetario Internacional. ¿Por qué las visitas de representantes de un organismo económico multilateral a gobiernos soberanos, con fines de negociación o fiscalización, se llaman “misiones”? Pensé que era una cosa nuestra, argentina, en el borde con la socarronería. Pero no. El propio FMI usa la palabrita: “Una Declaración Final describe las conclusiones preliminares del personal del FMI al final de una visita oficial del staff (o ‘misión’)”. Cómo no pensar en Jeremy Irons cargando la cruz en, justamente, Misiones.
Juro que traté de cortar las asociaciones libres, pero fracasé. Acá hay un abstract de un paper publicado en la revista Current Anthropology en 2001 que dice que el nombre de “posición del misionero” lo consagró el sexólogo Alfred Kinsey en su famoso informe de 1948, y que proviene de una mala lectura de un texto de Malinowsky. En este blog lo explican en español: citan a Kinsey, que sostiene que los tobrianders del Pacífico sudoccidental hacían “caricaturas de la posición inglesa-americana” y la llamaban “la posición del misionero”. Una burla. El paper se llama Missionary Positions: Christian, Modernist, Postmodernist, y su autor es -atención- Robert J. Priest.
Bueno, para el caso, más obsceno es hablar de la “misión empresarial” y nadie se queja.